Oriol Vilapuig

Sabadell, 1964

Oriol Vilapuig

Oriol Vilapuig Morera nació en Sabadell en 1964. Es un artista plástico catalán, nieto del pintor paisajista vallesano Joan Vila Puig (1890-1963).

Estudió tres años en la Escola d’Art i Disseny Eina de Barcelona, y posteriormente continuó sus estudios en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona. En 1986 expuso sus trabajos por primera vez en la Academia de Bellas Artes de Sabadell, y en 1990 en el Museo de Arte de Sabadell. En 1993 obtuvo una beca del Departamento de Cultura del Gobierno de Cataluña para ampliar estudios en Roma.

Desde mediados de los años noventa expone regularmente sus obras en centros institucionales y culturales (Universidad de Valencia, 1994; Sala de Arte de la Universidad de Málaga, 2001) y en galerías de arte y museos. En 2005 En es invitado por la Fundación Santa María de Albarracín (Teruel) a participar en el ciclo ‘Estancias Creativas’, pasando tres meses en el pueblo turolense, que culminaron, en agosto de ese mismo año, con una exposición de sus obras en el antiguo Palacio Episcopal y en la Torre de doña Blanca del citado municipio.

Es profesor de los Talleres de Arte de la Escuela Illa, dependiente del Ayuntamiento de Sabadell.

Entre sus últimas muestras cabe destacar De la naturaleza de las cosas (Galería La Caja Negra de Madrid, 2008) y la reposición de Dels assaigs (De los ensayos) (Galería Joan Prats, Barcelona, 2009), muy marcada por la influencia filosófica de Michel de Montaigne (cuya obra capital, los Essais (Ensayos), inspiró el título de la exposición).
Su obra forma parte de algunas colecciones permanentes, entre las que destacan la del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, la del Museo de Bellas Artes de Álava, la colección Testimoni de La Caixa, la colección Banco de Sabadell, la de la Universidad de Valencia y la del Museo de Arte de Sabadell.

Todo lo que se puede decir de la pintura de Oriol Vilapuig está en sus propias obras, no en un más allá difuso e inalcanzable, sino en un más acá inmediato, fugaz e imperecedero. Mirar sus obras es, y no hay que tener miedo a decirlo, un ejercicio de liberación, una propuesta lanzada sobre la tela y cuyo cumplimiento afecta tanto al alma como al pensamiento. Éstas son, pues, rescoldos de un circuito vitalista e introspectivo, fragmentos de un estado espiritual que hay que reconstruir o, mejor, que hay que revivir. Porque entender la pintura de Vilapuig es, de algún modo, dejarse arrebatar por una serie de impulsos que, sin ser nuestros, pueden llegar a pertenecemos y, también, a definirnos. Por eso para disfrutar de estos cuadros uno debe apropiarse de ellos, tomar la furia de sus personajes como nuestra propia furia, asumir las contradicciones de sus mitos, ser Courbet, Dreyer, Zurbarán o Picasso, perseguir a ese fauno inquieto que va saltando a través del universo del artista, recorrer, finalmente, sus zigurats de excrementos, auténticas torres de Babel, edificios de adobe y sueño donde parece gestarse una posible utopía escatológica.

Aquí podéis consultar las obras del artista que forman parte de la colección.