Para Pierrette Gargallo (París, 1922), Pablo Picasso es simplemente Pablo; Juan Gris, Juanito, y con Manolo se refiere a Manuel Hugué. De envidiable sentido del humor y sobrada energía, la única hija de Pablo Gargallo -revolucionario de la escultura y abanderado de la vanguardia española- Pierrette acaricia estos días la realización de un sueño de casi medio siglo: ver publicado el catálogo razonado de los dibujos de su padre.
Cuando murió su padre, Pierrette solo tenía 12 años, pero le había sobrado tiempo para conocer a los grandes nombres de la Escuela de París. Los veía pulular por las sucesivas viviendas familiares y discutir hasta las tantas. «De mi padre mantengo vivo el recuerdo de sus manos calentitas. Me daban una seguridad indescriptible. Era un hombre serio, taciturno«.
La amistad y compenetración entre Picasso y Gargallo viene de Barcelona, de las tertulias de Els Quatre Gats. Y fue más allá del mero cariño. La decisión de encomendar su carrera al frío y exigente metal la tomó Gargallo en 1907 durante uno de sus frecuentes viajes a París. Durmió en un camastro del célebre estudio del pintor malagueño en Bateau-Lavoir. Contempló la pieza en la que trabajaba entonces Picasso, Las señoritas de Avignon. El desasosiego invadió a Gargallo; y su arte cambió radicalmente. El cubismo pareció la única salida para su escultura.
No fue la única contienda de una mujer atravesada por el siglo XX. Durante la II Guerra Mundial, Pierrete y su madre, junto a la mayor parte de artistas y escritores, se fueron al sur, cerca de los Pirineos. «Nos fuimos andando, hasta Céret. Allí estaban amigos nuestros como los Artigas, Raoul Duffy, Jean Cassou, Manolo Hugué. Parecía que estábamos tranquilos, pero como mi mamá era de las que no se callaban y sus principios políticos eran contundentes, nos denunciaron unos soldados de Petain y acabamos en un campo de concentración en el que había ocho barracones. Allí estuvimos tres meses.»
La propia Pierrete sucumbió de joven a la fascinación de la escultura. «Lo dejé y me dediqué a mi marido, médico, a mis tres hijos [uno también escultor] y a conservar y ordenar el patrimonio de mi padre, ¿le parece poco?». Pero Pierrette Gargallo también tuvo tiempo para hacer alguna incursión en el campo del grabado.
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