Rafael Armengol es un pintor valenciano. Nació en Benimodo en 1940 y estudió en la escuela de Bellas Artes de San Carlos en Valencia donde estableció relación con Heras y Boix, una vinculación que acontecería en el Nuevo realismo y a pesar de no ser constante durará hasta la actualidad. En los primeros años de la que podríamos denominar su carrera artística y que nos situarían hacia los 60, estuvo vinculado así como ocurre con buena parte de los artistas de la época, a la abstracción, el informalismo y a las modas más contraacadémicas que venían de fuera. Los prestigiosos artistas innovadores del momento no podían dejar de tentar su carrera y provocar un recelo por la ruptura de aquello impuesto que se manifestaba en una gran voluntad por la experimentación. Estos coqueteos con las nuevas corrientes a las que supo ligar la crítica social lo llevaron incluso a la realización de obras ópticas. Las primeras de estas piezas, que datan de mediados de los 60 supondrán el punto y final en la búsqueda de su estilo, iniciando así su obra propiamente dicha. A partir de este momento se materializarán una correlación de series que con el uso de imágenes prestadas serán el punto de partida de su producción. Estas imágenes se verán repetidas en seriaciones y deformadas de la mano del artista transformándolas en nuevas obras, en piezas propias y únicas. Unas manipulaciones de los clásicos pintadas a la forma clásica.
El uso de imágenes de la historia del arte han convertido a Armengol en una fuente inagotable de sugerencias y visiones puramente estéticas. Siempre desde el respeto y la más absoluta admiración, ha creado una obra contextualizada revisada y con un carácter único. Acompañada por el homenaje, ha resultado una oda a los artistas anteriores y coetáneos que han conseguido dejar su impronta y que han sido considerados por Armengol como los elegidos. Elementos invasores, líneas, formas y los colores más puros dejan su huella en la imaginaría del arte, una reinterpretación del pasado que más que modificarlo y limitarlo lo implementa a través de un verdadero proceso sumativo.
Su trayectoria artística se nos muestra en más de 25 series cada una con sus peculiaridades y un tono acorde que a pesar de los avances y un trabajo cada vez más pulido posee unos fuertes vínculos. Buena parte de ellas han tenido como común denominador el uso de imágenes prestadas, en ocasiones se han manifestado de manera directa, en otras la referencia ha sido implícita. Importadas tanto del mundo del arte, como de la literatura o el arte cinematográfico, han recibido un tratamiento depurado y con tacto.
Trasladándonos hasta 1971 nos encontramos con la serie la Matanza del cerdo, en esta no aparece ninguna pieza clásica reinterpretada ni transgredida. Se trata de un bloque de gran compromiso con la realidad que habla de una España pauperizada en la que con un osado tema se evidencian las estrecheces de la posguerra, las miserias y el hambre. Una denuncia, una manifestación de la ira a través del sarcasmo, de las que se podrían incluso extraer ciertas reminiscencias al arte cinematográfico de Buñuel, y a un surrealismo que se hace patente al ver los animales muertos ante escalinatas o mesas barroquizadas en sueños surrealistas que se filtran mediante un realismo fascinante. El tema del hambre y los alimentos siguió muy presente en el imaginario del artista cómo veremos en la serie La huerta de 1976. Ésta, realizada a través del fotorrealismo trata el tema a partir de la huerta valenciana. El follaje exuberante inunda sus lienzos en un horror vacui, con un positivismo que huye del naturalismo romántico. Lo mismo ocurre con la consecuente serie de 1981 Sobrealimentación, donde de nuevo hace uso de obras de la historia del arte en esta caso las de Juan de Juanes; o con la serie dedicada a Vicent Andrés Estellés de 1985 donde las reminiscencias son puramente literarias.
En 1991 con las Recepciones oficiales toma como referente las imágenes de prensa que convierten personajes de la vida real en protagonistas de la historia. Al fotorrealismo se le une una vertiente pictórica que Armengol es capaz de conjugar a la perfección otorgando su toque personal a unas imágenes preestablecidas con ciertos toques del pop. De nuevo en 1996 vuelve a tomar como referente las imágenes más clásicas representadas en los hallazgos de Pompeya y Herculano, que mezcladas con estampaciones de la figura de Popeye, evocan la nostalgia y la fugacidad del tiempo en una provocadora serie llamada Barras y estrellas.
Con un repertorio iconográfico de los más ricos de la pintura española, Armengol ha sido capaz de hacer uso tanto de las obras de la escuela de Rodas, Boticelli, el Bosco, Velazquez, Vermeer, Matisse e incluso Andy Warhol entre otros, pasando por documentos fotográficos y el imaginario de los mass media, para crear unas obras estéticas, no exentas de crítica e ironía. Los enemigos, la política y en definitiva todo aquello que compone la vida cotidiana se evidencia en su obra con la pretensión de mostrar la realidad con un lenguaje híbrido y transtextual en el que ha quedado bien patente su valiosa técnica sobre un realismo alejado del intimismo.
Con una carrera asentada sobre una gran consistencia profesional y desde una base clásica, la obra de Armengol se presenta transgresora y en busca de nuevas propuestas formales pero desde la raíz de la pintura más elemental, transgrediendo desde la propia pintura. Tentado por el neorrealismo y el hiperrealismo en el contexto de la cultura de los mass media, Armengol ha conjugando el pop art, el arte cinético y la fotografía, hasta llegar al neoimpresionismo más actual jugando con la codificación y descodificación cromática en sus últimas obras. Ahora bien estos cambios sustanciales así como su evolución artística siempre han ido de la mano del uso del arte como herramienta de crítica social y política, en una obra cargada de un intenso compromiso social.
Aquí podéis consultar las obras del artista que forman parte de la colección.