René François Ghislain Magritte nació en Lessines (Bélgica) el 21 de noviembre de 1898 y murió en Bruselas el 15 de agosto de 1967. Fue un pintor y grabador surrealista belga. Conocido por sus ingeniosas y provocativas imágenes, pretendía con su trabajo cambiar la percepción pre-condicionada de la realidad y forzar al observador a hacerse hipersensitivo a su entorno.
Magritte dotó al Surrealismo de una carga conceptual basada en el juego de imágenes ambiguas y su significado denotado a través de palabras, poniendo en cuestión la relación entre un objeto pintado y el real. Fue el abanderado del ‘realismo mágico’ en pintura.
En 1915 comenzó a hacer sus primeras obras en la línea del Impresionismo. Entre 1916 y 1918, estudió en la Academia de Bellas Artes de Bruselas. Expuso por primera vez en el Centro de Arte de Bruselas en 1920, junto a Pierre-Louis Flouquet, con quien compartía un estudio. En 1923 participa con Lissitzky, László Moholy-Nagy, Lyonel Feininger y Paul Joostens en una exposición en el Real Círculo Artístico.
Su obra del periodo 1920-1924, por su tratamiento de los temas de la vida moderna, su color brillante y sus investigaciones sobre las relaciones de la forma tridimensional con la superficie plana del cuadro, muestra influencias del cubismo, del orfismo, del futurismo y del purismo. En 1922 ve una reproducción de La canción de amor, de Giorgio de Chirico, que le impresiona profundamente, y a partir de 1926 se independiza de las influencias anteriores y basa su estilo en el de este pintor.
En 1927 se establece en las cercanías de París y participa, durante los tres años siguientes, en las actividades del grupo surrealista (sobre todo, se relaciona con Éluars, Breton, Arp, Miró y Dalí). Aporta al Surrealismo parisino un resurgimiento del ilusionismo. A diferencia de Dalí, Magritte no usa la pintura para expresar sus obsesiones privadas o sus fantasías, sino que se expresa con agudeza, ironía y un espíritu de debate. En 1928 participa en la exposición surrealista en la galería Goemans de París. Pero en 1930 regresa a Bruselas huyendo del ambiente polémico parisino, y allí pasa tranquilo el resto de sus días.
En sus cuadros es muy habitual ver juegos de duplicaciones, ausencias y representaciones dentro de representaciones; además, Magritte manipulaba imágenes cotidianas como un juego con el que explorar los límites de la percepción. A Magritte le interesan la ironía, la subversión de los valores ópticos de la pintura tradicional y los juegos de palabras. Le son comunes con los otros surrealistas, la apariencia onírica de sus cuadros, el gusto por la «imagen doble» o la imagen fragmentada, y la ironía iconoclasta. Una de las obsesiones o motivo recurrente en su pintura es el encuentro de contrarios, de realidades contrastantes que se unen, resultando paradójicas y extrañas.
Su obra gráfica se focaliza en los mismos parámetros de su obra pictórica.
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