Rufino Tamayo nació en Oaxaca en 1899 y falleció en Ciudad de México en 1991. Fue un pintor y grabador mexicano. Es considerado como uno de los pintores mexicanos de mayor importancia del siglo XX, siendo además uno de los primeros artistas latinoamericanos que consiguió un reconocimiento y una difusión de su obra internacionales.
Comenzó su educación profesional y académica cuando ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Carlos de México DF en 1917, pero su carácter bohemio y rebelde le hicieron abandonar prontamente la educación reglada y comenzó el estudio del arte popular mexicano y a recorrer todos los caminos del arte contemporáneo. Tamayo compaginó su vocación artística con el desempeño de cargos administrativos y se dedicó también a la educación. En 1921 consiguió la titularidad del Departamento de Dibujo Etnográfico del Museo Nacional de Arqueología de México.
Comenzó a exponer su obra relativamente pronto, llevándose a cabo su primera exposición en el año 1926. Esta exposición supuso un reconocimiento que le permitió exponer sus obras en el Art Center de Nueva York. En 1928, una vez regresado de su en Nueva York, ejerció como profesor en la Escuela Nacional de Bellas Artes y, en 1932, fue nombrado director del Departamento de Artes Plásticas de la Secretaría de Educación Pública.
En 1938 aceptó una oferta para enseñar en la Dalton School of Art de Nueva York, y se trasladó a vivir a la ciudad estadounidense, donde permaneció durante casi 20 años.
Pese a la importancia y fama de sus murales, Tamayo es, ante todo, pintor de caballete, siendo uno de los temas preferidos la naturaleza muerta (representando objetos, frutos exóticos y también figuras o personajes pintorescos) utilizando una transmutación formal, con un simbolismo con raíces intelectuales y estética experimental.
Puede considerarse que el trabajo de Rufino Tamayo se caracteriza por una voluntad de integración plástica de la herencia precolombina autóctona, la experimentación y las nuevas tendencias pictóricas que revolucionaban los ambientes artísticos europeos a comienzos de siglo. Esta sincretización y ese interés por lo que acontecía en Europa desde el punto de vista artístico marcan diferencia en su trabajo y estilo respecto del núcleo fundamental de los «muralistas», los cuales prefieren mantener una absoluta independencia estética respecto a las tendencias europeas y tener su fuente de inspiración en la herencia pictórica precolombina, marcadamente indigenista.
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