Sébastien Leclerc, o Le Clerc, fue bautizado el 26 de septiembre de 1637 en Metz y murió en París el 25 de octubre de 1714. Fue un dibujante, pintor, grabador e ingeniero militar de la Lorena.
Leclerc recibió de su padre, el orfebre Laurent Leclerc (1590-1695), sus primeras lecciones en el arte del dibujo; pero desde pequeño mostró su interés por las matemáticas, y en concreto por la geometría y la perspectiva. Sus primeras pruebas gustaron mucho en Metz, donde grabó una vista de la ciudad en 1650, y la Vida de San Benito, en 38 piezas, en 1658.
Interesado, pues, por las ciencias, no paró hasta que fue nombrado ayudante como ingeniero geógrafo del mariscal de la Ferté. Durante este tiempo, realizó diversos planos de las fortalezas de la región de Metz. Pero un día supo que habían presentado al Rey uno de sus dibujos como si lo hubiese hecho otro, y no pudiendo soportar esta afrenta abandonó sus funciones. Pero, a pesar de este fracaso, como le gustaba tanto, decidió perfeccionarse en la ingeniería militar y se trasladó a París en 1665, entrando en contacto con Charles Le Brun, quien le aconsejó que se dedicase exclusivamente al dibujo y al grabado.
Con el apoyo de Le Brun trabajó intensamente haciendo grabados para ilustrar libros, e incluso Colbert le protegió dándole un alojamiento en los Gobelinos y una pensión de 600 escudos, con la condición de que consagrase su talento, exclusivamente, al servicio del rey. En 1672, Le Brun le encargó el grabado del catafalco del canciller Séguier, y presentó al artista y su obra a la consideración de los miembros de la Real Academia de Pintura y Escultura, que aceptaron por unanimidad su candidatura el 16 de agosto de ese mismo año, y además fue nombrado profesor de geometría y perspectiva.
Recibe multitud de encargos, y no hay ningún libro importante que no tenga un grabado de Leclerc, así como los encabezamientos de las oraciones fúnebres, los libros piadosos, las novelas de la época…la moda era emplear sus buriles.
Justo antes de su muerte terminó su Traité d’architecture, un texto que coronaba su carrera.
Fue extremadamente prolífico, de manera que el catálogo de sus obras, realizado por Théodore-Antoine Joubert, comprende 3.412 piezas, y casi todas son de composición. Una inteligencia aguda, una gran delicadez para grabar hasta los dibujos más pequeños, y una cierta grandeza a tratar los temas más fastuosos, han sido sus principales calidades. Tal vez pueda reprochársele una cierta monotonía y una cierta desigualdad de nivel entre las planchas que ilustran un mismo libro, pero, ¿cómo alguien no va a repetirse habiendo grabado más de 3.000 obras?
Sébastien Leclerc, por tanto, debe contarse entre los mejores grabadores, al lado de Callot, de Abraham Bosse o de Brebiette.
Aquí podéis consultar las obras del artista que forman parte de la colección.