Amberes, capital de la estampa católica en el siglo XVI

Desde el siglo XVI, los Países Bajos se convirtieron en el centro donde confluyeron muchas de las rutas comerciales que surcaban el mundo, tal como indica Timothy Brook en su libro “Le chapeau de Vermeer. Le XVIIe siècle à l’aube de la mondialisation” (Payot, Paris, 2010). Mientras que los puertos de los Países Bajos recibían mercancías lejanas (como tabaco del Nuevo Mundo o porcelana de China), los comerciantes locales exportaban textiles y otros productos manufacturados como libros, pinturas y estampas.

Avanzado el Concilio de Trento (1545-1563), la Iglesia Católica planteó la necesidad de modificar los libros litúrgicos y el papado otorgó el derecho de imprimir un nuevo misal a la casa editorial de Cristóbal Plantino (Christoffel Plantijn, llamado Christophorus Plantinus en latín y Cristóbal Plantino en español). De todos modos, es preciso señalar que aunque el florecimiento de su imprenta se atribuyó erróneamente a la concesión por parte de Felipe II los derechos de impresión en exclusiva de los textos religiosos, nadie consiguió nunca este privilegio real.

Sin embargo, sí es cierto que Plantino supo sacar provecho de sus contactos en el Vaticano y en la corte de los Austria y pronto se convirtió en proveedor oficial de impresos para España y América, tal y como ha puesto en evidencia Christian Peligry en su artículo sobre “La oficina plantiana, los libros litúrgicos y su difusión en España: un caso de estrategia editorial” (en Hans Tromp y Pedro Peira [edit.]. Simposio Internacional sobre Cristóbal Plantino, Universidad Complutense, Madrid, 1990).

El hecho cierto es que si en 1566 Plantino no tenía ningún vínculo comercial con la península ibérica, en 1572 casi toda su producción de impresos estaba destinada al imperio de Felipe II. De esta manera, Amberes se ubicaba a la exportación de textos y estampas hacia España y América.

La importante actividad de esta firma editorial (que se convertiría en Plantino-Moretus a la muerte de Cristóbal), así como la presencia de artistas flamencos en España y el marcado gusto evidenciado por los monarcas españoles de ese período por la pintura del norte, son los factores principales que explican la presencia del arte flamenco en América. Sin embargo, a pesar de la importancia de estos factores, no debe menospreciarse el alcance de los artistas y mercaderes de arte de Amberes y de otras ciudades de los Países Bajos.

Amberes fue desde el siglo XVI un lugar destacado como exportador de pinturas y grabados para Europa, y en particular, para España y América. A diferencia de Italia, donde una importante concomitancia eclesiástica y noble sostuvo la actividad de numerosos artistas e influyó fuertemente en las elecciones formales e iconográficas, en Flandes la ausencia de corte y el desarrollo de una fuerte burguesía en las ciudades condujeron al establecimiento de parámetros distintos para la creación. Así, desde fines del siglo XV y principios del XVI, los artistas flamencos dejaron de crear sólo bajo encargos específicos y se estableció un libre mercado basado en una creación fundada en la especulación comercial, consecuencia de un análisis de los temas más solicitados.

Más allá de la venta de obra en los estudios particulares, los artistas de Amberes contaban con instituciones para la venta de sus obras, los pandem, mercados bianuales en los que los artistas podían alquilar repisas para exponer y vender sus obras. En 1540 se había establecido una galería permanente en el nuevo edificio de la Bolsa, corazón de las finanzas de la ciudad. Los talleres crecieron y la cantidad de contratos con aprendices aumentó debido a la necesidad de una mayor división del trabajo. Las estampas sirvieron como modelos para la creación de otras estampas y pinturas, y los temas se estandarizaron.

 

Los mercaderes europeos se acercaron a Amberes para comprar imágenes en gran cantidad, aunque también podían contar con intermediarios locales para la adquisición del producto. De esta manera, Flandes se encontró preparada para invadir el mundo con sus imágenes y entre los grabadores cuyas obras fueron utilizadas como modelos debemos mencionar a los miembros de las familias Sadeler, Wierix y Galle, a Martin de Vos, Hendrik Goltzius, Hans Bol, Gerard de Jode y Jan Collaert, por mencionar sólo algunos de los artistas más conocidos.

Un ejemplo clásico para comprender la difusión y apropiación de modelos flamencos lo constituye el libro Evangelicae Historiae imagines de Jeroni Nadal. El texto fue impreso en Amberes e ilustrado por la familia Wierix y otros colaboradores a partir de los dibujos realizados en Roma por Bernardino Passeri y por Giovanni Battista de Benedetto Fiammeri. Las láminas, pensadas según la política jesuita de la imagen pedagógica y mnemotécnica, fueron ampliamente utilizadas por artistas de todos los rincones del mundo como repertorio iconográfico. Baste como muestra el uso de estos grabados como modelos para las pinturas de la iglesia del Gesú en Roma; de Pacheco, Herrera el Viejo, Zurbarán y Murillo en España; y para las estampas chinas que ilustran el libro del padre Joao de Rocha, Método de Rosario.

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