
Siempre es sorprendente recibir una invitación para visitar al vernisage de una exposición (en una discreta galería de la Rue Visconti en París el pasado 14 de septiembre) en la que las obras no se exponen para ser vendidas, sino para ser intercambiadas. Como me resultó intrigante, allí que fui para ver de qué iba.
En los muros había fotografías, pinturas, esculturas, dibujos o vídeos, cerca de 70 obras de una cincuentena de artistas emergentes o confirmados, incluso de algún consagrado. El conjunto quería ejemplificar la cronología de un día imaginario ritmada por la luz, y por ello titulada “Matin, midi et soir” (Mañana, mediodía y noche).
Dando la vuelta, uno se cruzaba a visitantes que se cuestionaban: ¿y qué tengo para intercambiar? En el ‘salón de intercambios’, donde cada cual rellenaba un formulario, uno se continuaba estrujando el majín, porque el tiempo también era limitado y hacía falta decidirse: las propuestas debían ser formuladas antes de finalizar esa semana. Después la muestra continuaba siendo visible una semana, que era el tiempo que se daba a los artistas para que decidieran si aceptaban las propuestas.
El domingo 25 de septiembre, último día de la exposición, los artistas y los visitantes que ofrecían un trueque se encontraron en un buffet previsto para el desmontaje de la muestra. “Esperaba este momento desde el comienzo del proyecto, confiaba Laure Flammarion, la instigadora. Este principio de trueque para adquirir obras de arte existe desde hace tiempo, especialmente en Bruselas. Pero estos eventos se hacen generalmente sin comisariado y de forma anónima, es decir que no se sabe quién y cómo es el artista. A mí, lo que me interesaba era el intercambio, tanto en sentido propio como figurado: es decir, tanto el trueque como el encuentro”, explica.
La necesidad de crear intercambios la explica por el choque que supusieron los atentados terroristas en París: “Tenía ganes de comprometerme”. Cosa que hizo apuntándose como miembro en diversas asociaciones y montando proyectos artísticos ligados a la educación: “Para mí, esta exposición es también una forma de compromiso. Hoy en día faltan sitios donde puedan surgir relaciones, diálogos, especialmente en el campo artístico. Quería romper los obstáculos que impiden el diálogo entre las generaciones, entre los territorios artísticos y según el nivel de notoriedad.” Por eso se ha invitado a los artistas y a los comisarios, a lo largo de la exposición, a dedicar tiempo para estar in situ y así poder intercambiar con los visitantes.
Laure Flammarion no es galerista, pero considera este nuevo proyecto como una especie de “manifiesto” de su acción: “Hoy en día, la economía colaborativa se desarrolla, y el intercambio es la moneda del futuro. No he inventado nada, sólo he puesto a las personas en situación de confrontarse a este tipo de intercambios”.
¿Qué se está dispuesto a dar por una obra de arte? No es fácil posicionarse mediante un cuestionario. “El no poder comprar simplemente las obras que les gustaban ha puesto nerviosas a algunas personas”, dice divertida. Entre las propuestas más singulares podemos destacar: “Me comprometo a ser vuestro escribiente durante un año (…) Me comprometo a escribirlo TODO en vuestro nombre: escritos de descargo de multas, cartas de amor, dossiers para residencias en inglés y francés, textos de catálogos y textos de defensa contra cualquier proceso en que estéis inmerso”.
El artista Thomas Hauser discutía con Saskia, quien se había convertido de este modo en su ‘escriba’ durante un año: “He dudado, explicaba Hauser. Es necesario que hablemos, pero realmente necesito escribir sobre mi trabajo”. Pero ese “TODO” que ella se compromete a escribir, ¿no tiene miedo de que termine en abuso? “¡Muchos de mis amigos artistas ya abusan de mis servicios!”, sonríe Saskia encogiéndose de hombros…
Y al margen de los trueques oficiales, se dialoga sobre otros intercambios, como, por ejemplo, el de Françoise Pétrovitch con una creadora belga que le propone un vestido inspirado en su trabajo. “¡Es el signo de que continuamos! Es lo que quería: el marco expositivo es estricto, pero me gustan estas relaciones que se van tejiendo”, dice contenta la comisaria.
Sophie Calle detenta el record de propuestas, con una cincuentena por una de sus fotografías. Ha escogido un teorema elaborado por ella misma. Por otra parte, y casi tan inmaterial como esto, una escritora ha prometido hacer de un fotógrafo un “personaje divertido” en su próxima novela.
Pero finalmente una veintena de obras no han acabado en trueque. “Algunos artistas están decepcionados, pero otros que tampoco han encontrado una oferta adaptada están a pesar de todo muy contentos”, afirma la señora Flammarion.
¿Esta exposición no ha sido más que la primera de una serie o es una edición única? “Ahora estoy muy cansada, indica Laure Flammarion. Pero es cierto que tengo ganas de volver a empezar, con la voluntad clara de salir de París intramuros. Pero no volveré a aventurarme sin el apoyo de socios financieros, pues esta ausencia hace que tengamos serias limitaciones para acoger dignamente al público. ¡Lección aprendida!”
Sin comentarios