Hace ya 75 años que Pablo Picasso, el maestro, pintó el ‘Gernika’, como reacción al bombardeo de esta ciudad vasca el 27 de abril de 1937. Un raid aéreo que hizo más de 1600 víctimas. ‘Guernica’ representa en una pintura el caos, el terror, la agonía, la consternación y el desamparo…
Este cuadro resume más que ningún otro el espíritu de la guerra moderna. Las bombas de la aviación nazi caen, por cuenta del general Franco no lo olvidemos, un día de mercado en esta ciudad del País Vasco, una ciudad simbólica además porque es allí donde, bajo un árbol mítico, el Lehendakari (Presidente del Gobierno vasco) jura la defensa de las libertades del pueblo vasco y el mantenimiento de la identidad de ese pueblo, basado en una historia multisecular y en una voluntad firme de continuar su historia.
En el cuadro todo es contorsión y dislocación: un hombre chilla, un niño yace inerte, un caballo está destrozado. Cada expresión exige, a su manera, saber porqué los Cielos aportan la muerte y no la luz.
En 1937, pasan algunos días hasta que la noticia de esta masacre llega a París. Pero una vez conocida la atrocidad, un millón de manifestantes desfilan por las calles para mostrar su condena y expresar su rabia. Entonces es cuando se pide a Picasso que pinte un fresco para el pabellón de la República española en la exposición universal. Y hace unos cuantos esbozos en su estudio, bajo la atenta mirada de la cámara de Dora Maar que nos permite así seguir todo el proceso.
Tres meses más tarde, ‘Guernica’ se presenta al público. El cuadro es de entrada mal recibido, pero pronto se lleva todos los parabienes, a medida que es expuesto en Europa y en América del Norte.
Picasso ha conseguido con este cuadro lo que todos los grandes artistas alcanzan: destilar una emoción mediante una expresión eterna, gracias a la imaginación y al rigor formal. Hace de esas 1600 víctimas, muertas por un raid mortífero e insensato, una representación atemporal que podría servir para expresar las matanzas de civiles que hacen hoy en día otros tiranos.
Ciertamente, disponemos de innumerables imágenes cotidianas de la guerra y de los crímenes de guerra. Nuestras vidas están tan inundadas de fotos y de videos que resulta difícil de darles su justo lugar, de consagrarles tiempo o de otorgarles una gravidad determinada. La dispersión de nuestra atención es una de las características de nuestro tiempo. Es justo por eso que resulta tan importante que el ‘Gernika’ pueda recordarnos la importancia de pararse ante una imagen para poder representarse la muerte en tiempos de guerra: un dolor cuyo eco interiorizado durante generaciones es lo suficientemente fuerte para poder desencadenar por sí mismo un conflicto.
Picasso declaró una vez: «¿Qué créeis que es un artista? Un imbécil que no tiene más que ojos si es pintor, que sólo tiene orejas si es músico o una lira en todos los pisos del corazón si es poeta, o si es boxeador, que sólo tiene músculos? Al contrario, es al mismo tiempo un ser político, constantemente en vela ante los descarnados, ardientes o dulces acontecimientos del mundo, construyéndose a su imagen(…). No, la pintura no está hecha para decorar las casas. Es un instrumento de guerra ofensiva y defensiva contra el enemigo». Héte aquí el sentido del ‘Guernica’ para Picasso.
La guerra es, desgraciadamente, universal, pero su dolor atroz se encarna para siempre en los individuos y en la conciencia de los pueblos, especialmente de los pueblos masacrados, humiliados y vencidos. En su 75 aniversario, el ‘Guernica’ nos obliga a tomar a cada uno de nosotros las responsabilidades que nuestro tiempo tiende a hacernos olvidar.
Ciertamente, el ‘Gernika’ no impidió la barbarie nazi ni el desencadenamiento de la segunda guerra mundial, con toda su carga de sufrimiento, de locura mortífera y de descenso de la moral hasta el abismo; pero el ‘Guernica’ ha sido un formidable elemento de propaganda de la causa democrática, es un centro de interés si se entiende como tal su condición de espejo que nos enfrenta a unas realidades tan duras, y es un grito respecto de la necesidad de avanzar juntos y de vencer a las fuerzas de la oscuridad. ‘Guernica’ se ha convertido en un icono del siglo XX gracias a su fuerza, a su voluntad de interpelar y a su simbolismo como representante del sufrimiento y desesperanza de las gentes. Una fuerza, una voluntad y un simbolismo que deben transformarse para nosotros en fuerza de compromiso por la libertad y la justicia. Y es así como un cuadro puede convertirse en una fuente y en una fuerza de propuestas.
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