Recientemente Joao Fernandes, subdirector del Museo Reina Sofía de Madrid, advertía en unas declaraciones que «los museos están admitiendo el retorno de los príncipes». Unas declaraciones que viniendo de quien vienen me producen una ligera sonrisa, ¿o es que el Reina Sofía no es obra de príncipes (o de reyes y asimilados?).
El Sr. Fernandes se refería con esta frase rotunda a que se ven llegar magnates, élites económicas y representantes o detentores del poder a las instituciones artísticas, tal y como ya había sucedido en el pasado (sólo debemos recordar el orígen de los museos estampillados como ‘nacionales’ en general: Prado, Louvre, National Galleries, etc.). Porque son estos grupos los que hoy en día, y dada la escasez de fondos públicos, compran, pagan y ponen las condiciones para exponer o ceder obras. El arte especulativo (el de los precios desorbitados) ha quedado en manos, y en las carteras, de jeques árabes, oligarcas rusos, magnates del supuesto nuevo mundo económico (China, Brasil, Méjico,…), financieros expertos en fondos de alto riesgo, estrellas de Hollywood, y especuladores de todo tipo…
¿Y las clases medias dónde están? ¿Dónde están los profesionales liberales amantes del arte? ¿Qué se ha hecho de aquellas clases medias que eran la señal de la prosperidad y de su creación? ¿Dónde están las personas que aseguraban la vida de las galerías y regaban el mercado del arte? Pues, desaparecidos. Las estúpidas, injustas e inútiles políticas de supuesto rigor presupuestario aparejadas con una presión fiscal también injusta y a menudo indecente, se las ha llevado por delante, y con ellas una buena parte de nuestro sistema de galerías, dejando inertes a los artistas y en pana al mercado del arte.
¿Porqué cual es la situación de este mercado del arte en España? Si hacemos caso del ‘Contemporary Art Market 2013’, editado por la consultora Artprice, tenemos que los ingresos en el mercado del arte cayeron en 2012 un 62% en comparación con el año anterior y que un 70% que se presentan en las subastas no hallan comprador. ¡Vaya!, y a este desastre mercantil se añade el desastre fiscal, propiciado por un gobierno que no es que no esté interesado por la cultura sino que le es claramente hostil.
Grabar las obras de arte con un IVA del 21% provoca que a un coleccionista residente en España le resulte más barato comprar fuera, y esto no se arregla ni proponiendo mayores descuentos de parte de los galeristas. Héte aquí como un gobierno ‘liberal’ y ‘amante de la iniciativa privada’ hunde un sector cultural hasta llevarlo a la inmolación. ¡Ah!, y tampoco sacan la ley de mecenazho que anuncian siempre pero que no hacen nunca. Ahora, la última genialidad que se han empescado es hacer todavía un poco más difícil la vida de los comisarios de exposiciones y de los coleccionistas que tienen el atrevimiento de querer exponer sus fondos en terceros países…En fin, no paran de ayudar (!).
Todo ello lo que produce es que desaparezca, o tienda a desaparecer, el segmento medio del mercado del arte, que se ve obligado a dejar su espacio a estas nuevas élites económicas, normalmente sin criterio ni gusto y que están en manos, en ocasiones, de auténticos saltimbanquis de la especulación artística, pura y dura. Se les podría aplicar aquella frase que me parece acertadísima de que «sólo el necio confunde valor y precio». Estas élites y los saltimbanquis que las acompañan se fijan en el precio, sin que les interese ni el valor ni el sentido de las obras y de las colecciones.
Porque, señores príncipes y asimilados, ¿cómo se puede coleccionar desde la precariedad? ¿Cómo se puede coleccionar en un ambiente hostil y de trato hostil por parte de los poderes públicos? ¿Qué relación puede haber entre el arte y la borrachera financiera de las subastas de Londres, Nueva York o Shanghai? Creo que las respuestas a estas preguntas oscilan entre el difícil y el nada.
Aun así, la cadena de valor del arte continuará existiendo, o cuando menos así lo espero, porque un galerista, un comisario, un crítico o un coleccionista de arte continuarán proponiendo o adquiriendo obras porque les gustan, por puro placer estético. El resto no es más que especulación, inversión, apropiación de símbolos económicos, culturales o sociales…lo que buscan los nuevos o viejos príncipes, sus cortes o sus asimilados. Vanidad.
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