
Siempre he considerado que una nación está viva mientras su cultura está viva. A partir de esa premisa, por ejemplo, el Gobierno italiano presentó el 16 de febrero pasado los denominados «cascos azules de la cultura», una fuerza especial que nace de un acuerdo de la Unesco y se encargará de proteger el patrimonio artístico en situaciones de conflictos civiles.
Formarán inicialmente el grupo 30 agentes de los Carabinieri (la policía militarizada italiana) expertos en patrimonio cultural y otros tantos especialistas en arte, entre ellos historiadores, investigadores y restauradores. El objetivo de la conocida como Operación Unite4Heritage (Unidos por el Patrimonio) es que estos cascos azules se desplieguen sobre el terreno cuando lo solicite un Estado miembro de la ONU que sufra un conflicto que pueda afectar a su patrimonio histórico y cultural. La fuerza especial trabajará para proteger esas obras y restaurar las que hayan sido dañadas. Además, contarán con un centro de formación en Turín, participarán en la formación de restauradores locales y tratarán de impedir el tráfico ilegal de piezas artísticas.
La Unesco había aprobado el 17 de octubre de 2015 la puesta en marcha de esta iniciativa, una propuesta italiana tras la destrucción de vestigios arqueológicos por el Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés) en distintos lugares de Irak y Siria, incluyendo las ruinas de Palmira. Un total de 53 países aprobaron entonces la idea, que la 38ª Conferencia General de la Unesco del mes siguiente respaldó por unanimidad. Cuatro ministros italianos —los titulares de Cultura, Defensa, Educación y Asuntos Exteriores— firmaron en Roma, el 16 de febrero como ya habíamos citado, el acuerdo correspondiente con la directora general de la Unesco, Irina Bokova. Las imponentes Termas de Diocleciano, construidas a comienzos del siglo IV, sirvieron de marco para el acto.
“Italia es el primer país que pone a disposición internacional una fuerza especial dedicada al patrimonio”, recalcó el ministro de Cultura italiano, Dario Franceschini, quien desea que otros muchos países sigan el camino iniciado. “Naciones Unidas debe afrontar el componente cultural de las misiones internacionales. El patrimonio es de todos y todos tenemos una responsabilidad”, añadió.
Por su parte, la Ministra de Defensa italiana, Roberta Pinotti, precisó que estos cascos azules “no intervendrán, por ejemplo, en Palmira, para proteger lo que destruye el Estado Islámico. Actuarán a petición de la ONU en graves crisis civiles”. Lo harán en casos de desastres naturales o de conflictividad social, pero no en zonas calientes de conflicto armado.
Y, en una línea convergente, el ministro italiano de Asuntos Exteriores, Paolo Gentiloni, enfatizó que “cuando se ataca un templo religioso, una biblioteca o un área arqueológica, se quiere dañar la cultura”. Para Gentiloni, la destrucción de símbolos culturales y religiosos busca reducir la diversidad y el pluralismo. En un tono todavía más épico, su colega titular del Ministerio de Educación, Stefania Giannini, consideró que la destrucción de un monumento es un crimen de guerra, pues busca atacar los valores de la civilización, según podemos leer en el artículo de María Oraá en «El País» del 17 de febrero.
Por último, la directora general de la Unesco, Irina Bokova, sentenció que “la protección cultural es parte de nuestra respuesta a los terroristas”. Para la directora general este “nuevo comienzo” que lidera Italia envía “un mensaje muy fuerte sobre la importancia de trabajar juntos”.
Además de la prevención de nuevas tragedias como la de Palmira, el proyecto busca poner fin a la financiación que grupos djihadistas y otros terroristas obtienen gracias al tráfico ilegal de bienes culturales. El Departamento de Estado de EE UU cifró, en septiembre de 2015, en unos 100 millones de dólares (89,8 millones de euros) los ingresos anuales que sólo el ISIS obtiene por este concepto. A constatar que cerca de 5.000 yacimientos arqueológicos se encuentran en las zonas dominadas por el Estado Islámico, según esa misma fuente.
“El patrimonio cultural no es solo belleza intrínseca. Es también diversidad, identidad. Por eso la destruyen los terroristas y extremistas”, concluyó la directora general de la Unesco.
Esperemos que este embrión de «cascos azules de la cultura» fructifique, se expanda y sea ejemplar. Porque en materia de protección del patrimonio cultural universal la mies también es mucha y los obreros pocos. Que las buenas ideas germinen y den fruto abundante, por el bien de la civilización, por el bien de la humanidad, por el bien de todos y de cada uno.
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