Conservadores y progresistas

En un artículo reciente hacía énfasis en mi idea de transmitir a través de este blog sólo noticias o valoraciones positivas, especialmente ante el ambiente negativo, cansino y depresivo que detectaba a mi alrededor. De algún modo he quebrado este objetivo con los dos últimos artículos aparecidos, «No son conservadores» y «No son progresistas», y me parece que sería bueno que me resituara en el positivismo activo, lúcido y sereno que me había propuesto.
Por ello, el objetivo de este artículo, significado desde el mismo título, es evidenciar que necesitamos para tirar adelante tanto a los conservadores como a los progresistas. Pero necesitamos a conservadores y a progresistas que se lo crean y lo asuman desde sus convicciones libremente adoptadas y mantenidas. Como escribía en esos artículos a los que no necesitamos son a los retrógrados y a los listillos altivos.
Necesitamos conservadores que asuman la idea de progreso en el arte, de búsqueda de nuevos caminos, pero desde la convicción de que ya hace tiempo que el sol sale para todos todos los días y que la historia es un peregrinar de la especie humana que se asenta sobre la trayectoria de los que nos han precedido. Y también en el campo del arte.
Necesitamos progresistas que valoren el pasado como fuente de inspiración y fortaleza para el presente, y con la voluntad de proyectarse en un futuro que ellos ayudan a desbrozar con su acción, con sus inquietudes, con su voluntad de romper barreras y de investigar nuevos caminos que nos lleven a disfrutar de campos inexplorados.
Necesitamos conservadores sin actitudes paternalistas, a quienes les guste descubrir, cultos, con una cultura enraizada en la tradición y en los cánones de belleza que cada cual establece, abiertos a las nuevas tendencias y dispuestos a opinar con criterio y sin acritud sobre el arte actual y a valorizar el arte que nos ha precedido y que nos ha llevado hasta aquí.
Necesitamos progresistas con criterio, que no se amalgamen con los mandarines que pretenden decretar modas, que huyan de los clanes y de las capillitas, que sean críticos consigo mismos, que no desprecien de antemano lo que no conocen, que se sientan parte de un relato que viene de antiguo y que les trascenderá.
Necesitamos conservadores que no crean que la ortodoxia presupuestaria estricta será un buen cemento para una necesidad tan imperiosa como la cohesión social, a quienes interesa el futuro y que por tanto no se crean ni alfa ni omega de nuestra civilización, que tengan el espíritu abierto y la crítica moderada y respetuosa, que formen su criterio en función de lo que les gusta sin necesidad de herir a los que opinan distinto, que consideren que la inversión en cultura es una apuesta de futuro, una apuesta necesaria.
Necesitamos progresistas que no se escondan tras pancartas y soflamas, que no sean gregarios, que tengan su criterio y sean capaces de desarrollarlo, que no crean que la creación artística es una cadena de montaje, que crean que en el mundo del arte hay otros actores (galeristas, coleccionistas) que pueden ayudarles y a quienes probablemente les gustaría conocerles, que la colaboración público-privada en espacios determinados y con criterios establecidos puede ser enriquecedora, que ser periférico es habitualmente una suerte.
Necesitamos conservadores que no nieguen la realidad científica (por ejemplo, en el caso de las lenguas), que se enorgullezcan del acervo común y lo defiendan, que luchen por preservar nuestro capital intelectual, que consideren que las Humanidades nos hacen más humanos y más libres, que una economía especulativa es un error que se paga más pronto que tarde, que hay que levantarse cada día con entusiasmos renovados y buscar nuevos descubrimientos y posibilitar nuevos contactos, que no hay que sacralizar nada más allá de lo que cada cual considera transcendente, que el civismo y la honestidad son valores ciertos, que necesitamos que el ascensor social no se averíe.
Necesitamos progresistas que sean capaces de buscar lenguajes comunes para que todos podamos entendernos y desterrar argots que nos alejan, que los prejuicios respecto de otros no han hecho nunca avanzar la causa del progreso, que el mundo se divide en gente abierta y en gente cerrada y que de todo hay en todos los campos de la actividad humana, que la división en buenos y malos la dejamos para las películas, que deben respetarse los principios éticos de cada cual (mientras existan), que el choque estético no es una carrera hacia la provocación pura y simple, que a unos mandarines les sustituirán otros y que no vale la pena pegarse a su efímera estela, que el compromiso es con uno mismo y con la sociedad en que se vive.
Necesitamos conservadores y progresistas pro-activos, que digan más sí que no, que sean capaces de tender puentes, que salgan de sus torres de marfil (si las tienen), que sean capaces de forjar su criterio y de adaptarlo o cambiarlo según convenga, que se quejen menos y propongan más. Necesitamos conservadores y progresistas que se quieran a sí mismos, que sean capaces de querer a otros y que amen el arte y sus caminos. Necesitamos conservar y progresar.

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