Danzas macabras, sociedad y grabados en el siglo XVI

Si bien las danzas macabras y sus numerosas variantes muestran la igualdad de todos ante la muerte, de ello no puede deducirse que promuevan cambios en la sociedad terrestre; se establece un cuadro de los diferentes estatus que existen en la sociedad moderna europea, pero en ningún caso de una llamada a transformarlos. Por otra parte, constatemos que, contrariamente al resto de  personajes presentes en este cuadro social, el Pobre o el Anciano aceptan la muerte como una liberación.

Pero a partir de principios del siglo XVI, algunas obras se posicionan más claramente, criticando abierta y violentamente a los clérigos, del papa hasta los monjes, como es el caso en la Danza macabra de Berna, realizada entre 1516 y 1519 por Niklaus Manuel, quien refleja con talento y humor el clima violentamente anticlerical existente en las ciudades alemanas y suizas, en las que el mensaje de la Reforma tuvo rápidamente una gran resonancia. Señalemos que la obra acaba con un autorretrato de Manuel empezando a pintar un personaje, mientras que la Muerte, a cuatro patas y llevando un reloj de arena sobre su espinazo, sostiene su tiento. Esta puesta en valor del artista por sí mismo es pues irónicamente atemperada por su consciencia de una muerte posible en cualquier momento.

Este motivo parece que gustó mucho a Hans Hug Kluber, quien fue encargado en 1569 de renovar la danza macabra de Basilea et que se representó del mismo modo, añadiendo a su mujer y a su hijo. Y también reemplazó al predicador original por OEcolampade, reformador de Basilea. En 1621, otro artista originario de Basilea, Matthäus Merian el Viejo, transpuso este fresco en una serie de grabados que aparentemente tuvieron mucho éxito, puesto que un impresor Basileo los reeditó en 1744, añadiéndole en este caso una versión francesa llena de rimas originales y de un prefacio de Merian, así como una descripción bilingüe de la Ciudad de Basilea.

Si el cuestionamiento del clero fue una constante en las obras realizadas en las regiones pasadas a la Reforma protestante, numerosas imágenes, y en primer plano las de las Imágenes de la muerte de Holbein, atacaron también los comportamientos de algunos laicos (juristas y médicos, especialmente). En realidad, la serie de Holbein, es un poco el árbol que tapa el bosque: a partir de la extensión de la Reforma, la inspiración macabra fue cada vez más rara y en cualquier caso se transformó. Así, por ejemplo, la Joven y la Muerte constituye una subversión del tema de la danza macabra derivando hacia finalidades que no tienen nada de edificantes, puesto que en esos territorios el memento mori deja de estar de moda.

Hans Holbein, "La Muerte y el médico", de la Danza de la Muerte, 1538

Hans Holbein, «La Muerte y el médico», de la Danza de la Muerte, 1538

Un caso particular lo constituyen dos dibujos en forma de díptico del artista holandés Jan Swart Van Groningen, El camino estrecho hacia el cielo y El camino ancho hacia el infierno. En este último, la ‘última danza’ se transforma en una larga procesión que desciende hacia el infierno, precedida por un pífano y un tambor aguijoneada por un diablo y por la Muerte que vuelan sobre la procesión. La masa se compone principalmente de clérigos, del papa a un monje, de un rey y de miembros de la nobleza, sin olvidarnos de un ‘Turco’ con turbante, una evidente reminiscencia de las danzas macabras.

En sentido contrario, el ‘camino estrecho’ es un camino escarpado que sube hacia los cielos en los que brilla el Tetragrama, el nombre inefable de Dios en hebreo, directamente inspirado en una hoja volante estrasburguesa de 1529, de Hans Weiditz. En el camino pueden destacarse -a pesar de la presencia de zarzas, serpientes y criaturas infernales- a ciudadanos y a campesinos, y, en primer plano, a Karsthans, el “campesino evangélico” de los primeros tiempos de la Reforma en Alemania, y tras él un hombre arrodillado, ungido por un ángel, en una clara alusión al bautismo de los adultos.

En esta propaganda anabaptista, no se trata sólo de la igualdad ante la muerte, sino de la distinción entre elegidos y malditos, y entre éstos últimos están sobretodo ‘los de arriba’, mientras que las gentes del pueblo, santificados por los ángeles, suben hacia la Vida eterna. El mensaje es indisolublemente religioso y social, lo que se corresponde con las tendencias revolucionarias de una parte de los anabaptistas alemanes y holandeses de primera generación, que querían instaurar una ‘Jerusalén terrestre’ igualitaria (cosa que intentaron hacer en Münster en 1534-1535), esperando el retorno de Cristo a la tierra.

Los anabaptistas fueron violentamente perseguidos por la nobleza alemana protestante y perdieron la llamada “Guerra de los campesinos”. Durero dedicaría un grabado, una forma de monumento, mostrando la crueldad del castigo y la traición de que fueron objeto.

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