
Jack Lang, que fue ministro de Cultura de Francia y es en la actualidad Presidente del Instituto del mundo árabe en París, reaccionaba, en “Le Monde” del 1º de marzo del año en curso, al video que mostraba a los yihadistas de Daech saqueando estatuas y relieves de piedra milenarios del antiguo imperio asirio en el museo de Mosul y en el sitio de Nínive, en Irak, con estas palabras: “Tenemos enfrente a unos fanáticos que no tienen otra ambición que la de instaurar un orden dictatorial y totalitario: un jefe único, una filosofía única. El resto es impío, y debe ser masacrado, dilapidado, destruido. Se han puesto al margen de lo humano al adoptar una ideología de destrucción de lo humano. Sus métodos son iguales a los de los nazis, atacando tanto al pensamiento como a los mismos seres humanos, mediante los autos de fe, los campos de concentración. Los nazis, es la supresión de cualquier pensamiento, excepto el de Hitler”. Porque el terror que impone o que quiere imponer el EI representa la supresión de cualquier pensamiento y de cualquier actividad humana libre, excepto la de los islamistas radicales.
Y es también Jack Lang quien para definir la situación, evoca otro eje del mal totalitario del siglo XX, el estalinismo: “Esta empresa criminal, totalitaria, lucrativa, cínica, utiliza el sistema terrorista que ya hemos conocido en otros períodos históricos –bajo el régimen estalinista, de forma especial-, para mostrar, en directo, las destrucciones de obras de arte y para difundirlas mundialmente mediante un real conocimiento de los medios de masas. Se trata de un fenómeno completamente nuevo que busca aterrorizar al mundo mediante la realización de determinados actos, la difusión de determinadas imágenes, y la exhibición de comportamientos que puedan atemorizar, hasta llegar a la capitulación”. Y se trata exactamente de eso: de hacernos capitular ante su ideología totalitaria mediante el uso del terror. Y, tal vez, también se trate de aprovecharse del valor de mercado de esas obras participando en el tráfico internacional de antigüedades que amenaza el inmenso patrimonio cultural iraquí desde 2003 por la caída de este país en el caos.
¿Pero estas imágenes nos presentan un acto aislado o bien son otra prueba de un programa premeditado? A mi parecer, la destrucción de los tesoros del Museo de Mosul y del sitio de Nínive resulta ser otra prueba de la guerra total a que el autodenominado ‘Estado islámico’ somete a la cultura en aquellos territorios que controla y administra. Este frente interior, que quiere instaurar un orden nuevo, inspirado en una soñada edad de oro de los primeros tiempos del islam, pasa por la erradicación de cualquier testimonio del pasado que les precedió.
Son iconoclastas pero también hacen autos de fe de libros…Así, por ejemplo, el pasado 31 de enero, la agencia Associated Press relataba los testimonios anónimos de habitantes de Mosul, convertida en capital del EI en junio de 2014, según los cuales los yihadistas habrían expurgado de los fondos de la biblioteca central y de la biblioteca universitaria los textos considerados no conformes con el islam y de los que acabaron quemando públicamente una parte. Los yihadistas habrían purgado en particular los libros de filosofía, de ciencias y de poesía…y los álbumes infantiles…
Pero la educación tampoco se ha ahorrado este celo represor. En octubre de 2014 el EI cerró por decreto los colegios de ciencias políticas y de bellas artes, los departamentos de educación física, de hostelería, de arqueología y de filosofía y ha impuesto nuevos exámenes obligatorios en materia de educación islámica.
¿Cómo encontrar las raíces de un mal tan profundo? Desgraciadamente, los Occidentales no estamos bien situados para encontrar las raíces de este mal, pues no debemos olvidar que George Bush (con el acompañamiento de los Sres. Blair y Aznar, entre otros) desencadenó la desestabilización de Irak, y que esta destrucción fue seguida por la instalación de un gobierno chiita intolerante y cruel, que ninguneó a los sunitas. La situación actual es el resultado de la suma del fanatismo islamista y de los errores de Occidente. No puede imponerse la democracia por las armas en un territorio, y la historia está repleta de ejemplos que parece que no queremos entender.
En cualquier caso, espero que el terror no venza a la cultura, que la intolerancia sea vencida por la tolerancia y un espíritu abierto y que el equilibrio y la justa medida venzan al dogmatismo y a la violencia. Lo espero, lo quiero esperar.
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