Étienne Delaune era ante todo un orfebre. Él mismo hizo un espléndido grabado que representa, con un realismo sorprendente, un taller de orfebres. Y es preciso constatar que este tipo de representaciones de artesanos eran rarísimas en el Renacimiento.
Este buril ilustra la proximidad que existe entre el trabajo del orfebre y el del grabador: los instrumentos utilizados son idénticos y la producción de estampas aseguraba un confortable complemento de ingresos.
Delaune era un orfebre y un grabador hugonote en la Francia de las guerras de religión, y trabajó durante seis meses (de enero a junio de 1522) en la Monnaie du Moulin que el rey Enrique II acababa de poner en marcha en l’île de la Cité de París. Históricamente se afirmaba que aparentemente había sido despedido debido a sus pretensiones salariales exorbitantes, pero otros investigadores sugieren que su orientación religiosa tal vez fue la verdadera razón de su despido. Delaune continuó su carrera en París antes de huir tras la masacre de la Saint-Barthélemy.
Fue en el exilio, donde Delaune pasó el fin de sus días, continuando con su carrera de grabador y de medallista. Los dibujos que le habían sido atribuidos lo son ahora a Baptiste Pellerin. Pero los detalles de la colaboración entre ambos artistas nos son todavía muy desconocidos, más aun si tenemos en cuenta que Delanue trabajó también a partir de Jean Cousin, Luca Penni, Niccolo dell’Abate, el Primatice o Rosso. También copió las estampas de Marcantonio Raimondi.
Los grabados de Delaune también sirvieron como modelos a los esmaltadores lemosines y a los orfebres germánicos. Trabajó, por ejemplo, mucho sobre temas como los trabajos de los meses del año (la ‘Grande Suite des Mois’), porques estos motivos simplificados le garantizaban un gran éxito. El tema, que es a la vez religioso y profano, permitía una gran facilidad de ejecución, fácilmente utilizable en los servicios ceremoniales de las grandes mesas.
También podemos hallar las composiciones difundidas por Delanue declinadas en vitrales civiles, como por ejemplo, los pequeños paneles de vidrio que decoraban las ventanas de las grandes mansiones del Renacimiento. Pero también hay camafeos en ágata y, en concreto, uno realizado por Alessandro Masnago, y que estaba destinado a la corte del emperador Rodolfo II en Praga, en el que la tintura azulada del ágata permite crear en el fondo una especie de degradado del mar y del cielo sobre el que destacan unas figuras entresacadas de la segunda estampa de la Suite de l’Histoire de Dianede Delaune.
Pero siguiendo la misma línea, podemos hablar de los deslumbrantes escritorios, como, por ejemplo, uno que perteneció a Francesco Maria II, duque de Urbino entre 1574 y 1626, de una gran belleza y es que éstos eran uno de los objetos más apreciados por las élites ilustradas y/o principescas del Renacimiento. Los escritorios contenían todo aquello que es necesario para escribir –tintero, plumas, papel-, pero también podían servir para leer, por ejemplo la Biblia. Este es ciertamente el caso de éste, pues la iconografía religiosa traduce en marfil grabado diversas composiciones de Delaune, entre las cuales es posible reconocer varios episodios del Antiguo Testamento.
También hay colgantes que se inspiran en una suite de grotescos grabados por Delaune antes de 1566, en los que podemos encontrar una representación idéntica del asesinato de Abel.
El arte de Delaune ha irrigado la creación europea en todos los campos de las artes decorativas, y si bien no fue el prolífico dibujante que habíamos creído, sus motivos los encontramos tanto en artesonados como en relojes de sobremesa. La suya es una historia apasionante de la circulación de las imágenes a escala de la Europa del Renacimiento.
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