Facilitar el acceso a la belleza, a las colecciones, a los saberes, a los libros, a los museos, al patrimonio inmaterial…no es, a mi juicio, ni una misión, ni un sacerdocio ni una performance. La cultura ya no es esa misteriosa y remota región descrita en el «Petit Prince» de Saint-Exupéry reservada sólo a algunos iniciados, sino un conjunto de servicios que se ofrecen a una población cuyo nivel de instrucción ha mejorado y aumentado considerablemente y que está además vinculada a un mundo digitalizado e interconectado.
La cultura presenta hoy un deseo mucho menor de ser democratizada, y los poderes públicos ya no son los únicos en promoverla y proveerla. La cultura hoy está al alcance de un clic. Nuevos socios y nuevos decisores han tomado el poder: las colectividades locales, el mecenazgo,…, de modo que el papel de las industrias y de las sociedades es cada vez mayor. No es un hecho completamente nuevo: de Gutenberg a Disney, los industriales y las sociedades económicas ya contaban en el mundo de la cultura. Ahora mandan (si bien es cierto que en unos países más que en otros). La escala ha cambiado: hemos pasado del gabinete de curiosidades a los portales en Internet.
La misma palabra cultura ha envejecido. Está enferma de arcaismos, de ambigüedades, de contrasentidos, de buenismo…¿no ha acabado sirviendo de excusa para lo mejor y para lo peor? Eppur si muove…
Constatemos, pues, de forma clara que la cultura se transforma en una emancipación y en un mundo en extensión, en el que lo público debe reencontrar su lugar, contar y reunir sus fortalezas y precisar sus misiones. Pero un mundo en el que los ciudadanos, la gente, tendrá la última palabra y dónde ejercerá su voluntad en el día a día, sin miedo al vocablo.
Porque es necesario recordar que ninguna aventura espiritual ni intelectual se acaba nunca; que ningún juego de cuerpos, que ninguna construcción de palabras, ningún color ni ningún texto tienen prohibido el misterio, el disfrute, el espectáculo y la esperanza.
La cultura existe porque es un duro combate entre lo eterno y lo efímero, lo bello y lo feo, lo justo y lo injusto.
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