
A menudo surgen preguntas respecto de ¿qué es un comisario de exposiciones? ¿el concepto está evolucionando? ¿es mejor que sea independiente o que esté integrado en el organigrama de una institución museística? Muchas preguntas que pueden tener diversas respuestas, que dependerán del posicionamiento de cada interlocutor en el proceloso mundo del arte. Me atreveré a dar las mías, sabiendo que el debate está abierto y que todas las aportaciones pueden ser valiosas.
De entrada, he de decir que me gusta pensar la figura del comisario como la de un gestor de ideas. De hecho, ser comisario es una manera de contar cosas, que tiene que ver con la personalidad y el modo de entender la vida de quien ejerce la función. Es en la gestación de ideas para establecer una narración visual sobre un tema determinado donde el comisario crece y se engrandece.
Insisto que me gusta este concepto de gestor de ideas, entendido como alguien que trabaja a partir del conocimiento colectivo y que es capaz de materializar esas ideas en el formato, o los formatos, que considere que funcionan mejor, ya sea una exposición, una publicación, unos talleres, unos textos, una acción, unos seminarios…o cualquier otra posibilidad de contar cosas.
Se trata de un concepto que, evidentemente, va evolucionando, del mismo modo que evolucionan la percepción del arte, el trabajo e inquietudes de los artistas, la percepción por parte del público y la forma de acceder al disfrute e inculturación del arte. De un trabajo más bien solitario y dominante se ha ido avanzando hacia un trabajo más comunitario y cooperativo, hacia un rol de director de orquesta, aunque pueda darse en la actualidad toda una gama de aproximaciones distintas.
Respecto a la cuestión comisario independiente versus integrado, considero que lo más sano para el sistema, es que los comisarios pasen temporadas dentro y fuera de lo institucional, para conocer a fondo las fortalezas y debilidades de ambos ámbitos.
Sabiendo que se trata de una profesión que, ejercida de forma independiente, no está exenta de la necesidad de aplicar elevadas dosis de lucha, coraje, sacrificio, entrega y determinación. Por eso considero que a los directores y comisarios de museos que nunca han sido independientes se les debería obligar a pasarse una temporada buscándose la vida por ellos mismos…
Porque, no hay que olvidar, que cuando se trabaja para una institución todo es más sencillo: existe un equipo de apoyo, un presupuesto más o menos concreto, una audiencia asegurada,… Se continúa debiendo hacer frente a muchos problemas, por supuesto, ya sean de tipo económico, o respecto del liderazgo del equipo, o relativos a gestionar bien los recursos, o a pelear contra posibles intervencionismos y malas prácticas, o a afinar la captación de nuevos públicos, y un largo etcétera. Pero no nos engañemos: es mucho menos estresante hacer las cosas con una nómina a fin de mes… Además, ser comisario integrado en una institución te posibilita generar líneas conceptuales y un programa continuado que se va construyendo acorde con determinadas ideas, generando contextos y desarrollando redes.
El comisario independiente, por su parte, tiene que funcionar como una especie de «hombre orquesta» que termina haciendo de todo, y que debe enfrentarse a problemas de los que uno no tiene que preocuparse cuando está respaldado por una institución. De hecho, cuando alguien es capaz de sobrevivir como comisario independiente es cierto que sabe buscar estrategias más fácilmente: saca dinero de debajo de las piedras para hacer proyectos, y conoce ayudas y patrocinios, que muchas instituciones ni se plantean porque están acostumbradas a gastar el dinero que les dan y ya está.
Además, considero que cuando alguien ha ejercido como comisario independiente está más próximo a los artistas, se genera otro tipo de empatía ante una situación más horizontal, porque ambos están en una tesitura similar, generalmente en unas condiciones por debajo del ideal, peleando por sacar adelante el trabajo y pasando por situaciones de negociación constante con las instituciones.
A veces tengo la sensación de que se cree que los comisarios independientes lo son porque no tienen una institución, y que se trata de un estado transitorio mientras se van presentando a todos los concursos que salen a ver si cae algo. Pero no es así, creo que también es algo muy vocacional y lamentablemente a menudo infravalorado.
Como en tantos otros aspectos de la vida, no existe la situación ideal, pero conocer a fondo diferentes posibilidades enriquece.
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