Inflación

Estaba leyendo estos días el Informe sobre el Mercado del Arte que han elaborado los organizadores de la feria Tefaf, de Maastricht, respecto del año 2016 (2016 Tefaf Art Market Report) y me di de bruces con unos datos que me resultaron en principio curiosos, una curiosidad que se transformó en inquietud ante la magnitud del desconcierto que me provocaron.

Según el citado Informe, mientras las ventas en subastas de obras de maestros antiguos europeos generaron 655 millones de dólares en 2005, esta cifra bajó a 561 millones diez años después, en 2015. Pero es que las cifras correspondientes para las ventas en subastas de obras contemporáneas fueron de 1.600 millones de dólares en 2005 y de 6.800 millones en 2015.

Es decir, mientras el valor económico de las ventas de maestros antiguos europeos descendieron, las de artistas contemporáneos (entendiendo por contemporáneo las obras producidas a partir del final de la segunda guerra mundial) se multiplicaron por 4,25. Pero a pesar de la contundencia de estos datos, me topé con unas declaraciones de Alexander Bell, co-chairman mundial de Sotheby’s que iban exactamente en sentido contrario de lo que había intuído, puesto que Bell afirmaba que “el mercado para obras de viejos maestros está en plena forma” (The New York Times, declaraciones a Scott Reyburn, 18/12/2016). ¡Pues menos mal! Y lo afirmaba porque no deja de ser cierto de que continúan saliendo algunas obras mayores en este segmento del mercado que se venden a precios altos, como recientemente ha sucedido en París, en que la firma Tajan subastó un dibujo de Leonardo da Vinci por 15 millones de euros. Y en Londres, al mismo tiempo, también se han realizado subastas en que han sido presentadas obras de nombres que son familiares para los compradores que participan en las subastas. Es decir, hay mercado para las obras que aparecen en el mercado de artistas conocidos y que tienen una gran reputación, bien por su nombre bien por la escasez de obras en el mercado.

La realidad es, pues, que hay compradores para obras de elevado precio, pero en cambio parece tender a desaparecer el mercado que existía para pinturas u otras obras de arte de calidad media. Y es este segmento del mercado del arte el que el anticuario parisino Giovanni Sarti indica que está en baja forma. Un mercado que está bajo, porque no hay compradores en esas franjas. Se premia con cifras elevadas la aparición de nuevas obras de maestros antiguos en el mercado del arte, pero lo que era el comercio de las obras de arte al que podían acceder las clases medias (ejecutivos de empresas y profesionales liberales) ha disminuido notablemente.

Este es un fenómeno general en Europa que no sólo se da en el mercado del arte.  Las clases medias, bajo la doble presión de una alta fiscalidad de las rentas de trabajo y de un futuro incierto laboralmente hablando a partir de los 55 años, están desapareciendo o retrotrayéndose y venden más que compran en el mercado del arte. Como en política, las actitudes más conservadoras son las que están ganando la partida porque domina la inquietud ante el futuro y se considera que las condiciones futuras de bienestar pueden empeorar debido a una crisis cerrada en falso y que continúa recayendo sobre las espaldas de las personas que tienen una nómina o con activos susceptibles de ser controlados fiscalmente.

¿Es esta situación buena para el mercado del arte? A mi entender, no. Se produce una inflación de precios en la gama alta y desaparecen, por falta de aliento y de perspectivas, las gamas media y baja por incomparecencia de unos pretéritos y ahora esfumados compradores. No son buenos, en general, ni el monocultivo ni el poner todos los huevos en la misma cesta. Tampoco me parece que ello sea bueno para el mercado del arte. Veremos cómo evoluciona el enfermo, pero de momento hay fiebre en las partes altas y falta de pulso en el resto del cuerpo. Pronóstico reservado.

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