Jean I Leblond, editor de grabados y coleccionista

Jean I Leblond fue un pintor, editor y mercader de imágenes que nació entre 1590 y 1594 y que falleció en 1666 sin dejar descendencia. No se conocen muchos datos sobre su vida pero se sabe que fue pintor así como editor de estampas. Por otra parte, y gracias al estudio de su inventario sabemos que fue coleccionista y mercader.

En efecto, el 28 de mayo de 1666 se realizó el inventario post-mortem del editor. Se trata de un extenso documento en el que se registraron numerosos cuadros, esculturas, estampas, dibujos y placas de cobre, según podemos constatar en el artículo que le consagró Maxime Préaud, “L’inventaire après décès de Jean Ier Leblond, peintre et éditeur d’estampes” (Nouvelles de l’estampe, mayo-junio 2002).

El examen de los 978 cuadros documentados detalla un amplio y variado conjunto con pocas obras de interés para la historia del arte francés de ese período. Entre las numerosas pinturas halladas en el domicilio de Leblond tras su muerte se encuentran obras de Bassano, Claude Lorrain, Le Brun, Bourdon, Poussin, Claude Vignon y Frans Francken II. Se trata de un repertorio de algunos de los artistas más destacados del período, y revela los intereses del editor como coleccionista. En este conjunto de pinturas aparecen indicadas algunas imágenes duplicadas, original y copia, lo que permite suponer que el editor también ejerció como comerciante de pinturas y que realizó copias de las obras que poseía para su venta posterior.

En cuanto a las estampas y dibujos, Leblond poseyó una enorme cantidad de láminas, encuadernadas o en paquetes, cuya tasación total ascendió a 8.446 libras, más del doble del valor de las pinturas en el inventario. En este conjunto se repiten los nombres de Rubens, Durero, Tiziano, Marcantonio Raimondi, Antonio Tempesta, Lucas van Leyden, Guercino, Carracci, Wierix, Sadeler y Della Bella, así como de los franceses Poussin, Mellan, Abraham Bosse, Callot, Nanteuil, Perelle y Brebiette, entre los más conocidos. Puede deducirse que la mayor parte de estas imágenes formaban parte del fondo comercial del editor mientras que otras, en menor número, constituyeron parte de la colección que Leblond conservó dada su condición de amateur d’estampes, sin obviar que pudieron servir como modelos para su propia producción editorial.

Abraham Bosse, «El loro», aguafuerte, 1666, editado por Jean Ier Leblond

 

Un ejemplo de ello lo constituye el conjunto de doce Césares a caballo de Antonio Tempesta, que el editor mandó copiar a un grabador anónimo, con la inclusión de unos versos en latín. El editor contribuyó, de esta forma, a la importante difusión de estos motivos al tiempo que aprovechó comercialmente el éxito de estas reconocidas imágenes.

Un análisis del fondo editorial de Leblond revela cierta predilección por los conjuntos de retratos que agrupan a personajes, ya sean religiosos o profanos. De manera evidente, la publicación de series temáticas resultó una estrategia empleada por numerosos editores de ese período. Al cubrir los posibles intereses del mercado a partir de este tipo de conjuntos, el editor parecía favorecer la oferta a partir de un amplio repertorio de imágenes para diversos clientes potenciales, incentivando el consumo de un mayor número de estampas.

Aun cuando Leblond manifestó un interés particular por los retratos de cortesanas, tema que tuvo una fuerte demanda en el París de entorno 1630, la mayoría de las imágenes desarrollaban temáticas religiosas.

Por otro lado, también resulta interesante apreciar que puede probarse la presencia de algunas de estas estampas editadas por Leblond tanto en España como en el Nuevo Mundo, a partir de su uso como modelos. Son los casos, por ejemplo, del San Guillermo de Aquitania, empleado por Zurbarán; de las series de Reyes y Profetas de Israel, una iconografía que estuvo muy presente en el Virreinato del Perú; y del conjunto de los Evangelistas que puede admirarse en la Catedral de Cuzco.

Pero más allá del uso de estas imágenes como modelos, ¿de qué modo puede probarse que el editor tenía en mente los mercados extranjeros de cara a la comercialización de sus láminas? Pues porque la presencia de textos en español da cuenta de la creación de imágenes pensadas para el comercio con España y América. El fondo editorial de Leblond contiene algunos grabados que muestran los nombres de santos y santas escritos de manera similar a las formas utilizadas en España: es el caso de las estampas que llevan por título “S. Magdalena”, “S. Martha” o “S. Marguarita”, ejemplo este último que presentaría un error derivado de una incorrecta traducción del francés Marguerite. Pero los ejemplos más claros de las imágenes destinadas al mercado de exportación son las estampas de Santo Domingo en Suriano y de San Felipe Neri. Ambas figuras se encuentran acompañadas por tres estrofas en latín, italiano y español…

La globalización de las imágenes, a través de los grabados, viene pues de muy, muy lejos

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