He empezado a recoger algunos datos con la finalidad de tener una perspectiva clara en relación a la cultura en Europa en tiempos de crisis. La situación no es catastrófica, pero algunos indicadores no dejan de ser inquietantes: como mínimo, indican una degradación pasajera, pero que puede derivar a una verdadera demolición. Se trata de restricciones presupuestarias, de sesiones más cortas, de festivales anulados, de artistas que pierden la autoestima pero que, a pesar de todo, continuan creando, como si quisiesen desafiar a los tiempos que corren.
Grecia, Italia, el Reino Unido, España, Portugal, Holanda…la lista es larga. En otra honda, los Estados que presentan presupuestos estables o ligeramente al alza son minoritarios: Suecia, Alemania y Francia.
¿Qué política cultural aplicar en tiempos de crisis económica? Las cifras son muy diferentes: mientras que en Suecia, Alemania y Francia el presupuesto para la cultura crece (1,10; 0,9 y 0,38% respectivamente), en la mayoría de países europeos disminuye: Austria (-0,20%), Irlanda (-5,1%), Holanda (-7%), España (-7,1%), Reino Unido (-7,4%), Italia (-16,7%) o Grecia (-22%). Se trata de los presupuestos 2011 en relación con los de 2010, y esta disminución debería contemplarse en función de los valores absolutos de partida y de la parte del PIB destinada a cultura. Así, por ejemplo, en Portugal el presupuesto del Ministerio de Cultura no ha sobrepasado nunca el 0,3% del presupuesto del Estado, y por tanto las disminuciones pueden ser menos acusadas en términos relativos.
Querría ahora presentar estos distintes enfoques, esquematizóndolo en dos países: Suecia y España.
En una Europa que dobla el espinazo, Suecia luce como una excepción. Aunque la crisis también les toca, sus finanzas públicas saneadas permiten aplicar unas políticas de austeridad mesuradas en las que la cultura no sufre demasiado. El presupuesto de 2012 llega a los 720 millones de euros (+1,6% en relación al de 2011), de manera que la cultura tiene la misma parte respecto del presupuesto total (el 0,82%) o del PIB (0,19%). Tradicionalmente, el sector cultural sueco obtiene el 25% de su financiación por parte del Estado, un 31% de parte de las regiones y condados, un 24% de los Ayuntamientos y se autofinancia en un 20%. En este país, donde el paro tiene tendencia a mantenerse un poco alto, el Gobierno ha decidido reservar 29 millones de euros en 2012 (86 millones en tres años) para subvencionar 4400 puestos de trabajo en el marco de un proyecto de salvaguardia del patrimonio cultural (inventario, restauración, numerización). Se trata de una medida de lucha contra el paro de larga duración sostenida presupuestariamente por el Ministerio de Trabajo.
Por contra, el sector cultural español sufre los espasmos de la crisis desde hace ya dos años. El presupuesto del Ministerio de Cultura disminuyó en 100 millones de euros entre 2011 y 2010, y éste ya se había reducido también en 100 millones respecto del de 2009. Y por tanto, esto representa tijeretazos drásticos en todos los sectores. Pero es que a nivel de las Comunidades Autónomas, actores esenciales de la vida artística, la situación es todavía más dura. El presupuesto de cultura del Gobierno catalán se ha reducido un 15,6% el 2011, aunque el presupuesto global lo ha hecho en un 10%. En Valencia se han suprimido el festival de cine (Mostra de Valencia, con 30 años de historia) y València Escena Oberta, y en Andalucía el gobierno ha suprimido la subvención al Festival de cine español de Málaga y al Festival de cine europeo de Sevilla. Y así podríamos seguir…
¿Cual es la política adecuada? ¿Las políticas son intercambiables? ¿Qué es mejor considerar la cultura como un factor de apoyo al empleo o un festival de recortes drásticos? ¿Cual es la política posible? ¿Cual es la sensibilidad de la ciudadanía y de los gestores públicos en relación a la cultura? ¿Y que grado de sensibilidad tiene el mundo de la cultura respecto de las dificultades del resto de ciudadanos? ¿Los artistas españoles deberán también emigrar como tantos otros profesionales? ¿Nos hemos pasado de frenada o antes tiramos la casa por la ventana? Todo ello, me parece, que merecería un debate sereno y profundo. ¿Nos ponemos a ello?
Sin comentarios