La Europa de los 30.000 museos

La Europa de los 30.000 museos

Europa es por antonomasia, o cuando menos así se entiende comúnmente, el continente de la cultura. El Viejo Continente atesora riquezas culturales de todo tipo: obras arquitecturales de primera magnitud (Versalles, Catedral de León, Basílica de San Francesco en Asís, etc., etc.), salas de concierto sin par (Palau de la Música de Barcelona, el Concertgebouw de Ámsterdam, la Scala de Milán, etc., etc.), o edificios o conjuntos urbanos Patrimonio de la Humanidad, según declaración de la UNESCO (ciudad hanseática de Lübeck, centro histórico de la ciudad de Salzburgo, ciudad antigua de Dubrovnik, etc., etc.)…

Pero Europa atesora también el mayor legado en pintura, escultura, grabado y fotografía de todo el orbe en sus colecciones privadas y en más de 30.000 museos

Esta magnitud de tesoros, esta ingente cantidad de museos hace que uno deba preguntarse, y los poderes públicos especialmente, sobre la utilidad de nuevas estructuras museísticas. Pero si el proyecto es sólido, con un discurso y piezas interesantes, unas infraestructuras social y económicamente viables, parece claro que hay que abrir nuevos espacios para el disfrute y el conocimiento de los ciudadanos y de los visitantes.

Esta digresión viene a cuento porque cuando parece que vamos a confrontarnos en el conjunto de Europa a nuevas políticas de austeridad y a un viraje hacia un liberalismo económico desacomplejado, hará más falta que nunca subrayar el valor de la cultura (y de los museos en particular) como fuente de cohesión social, como generadora de riqueza (moral, espiritual y económica) y como elemento de estabilización de tendencias, que pueden llegar a ser muy agresivas, como hemos tenido la desgracia de comprobar en nuestro pasado multisecular.

Pero señales de alarma no faltan. Parece que en la mismísima Francia podremos ver cómo en un futuro no muy lejano el presupuesto del Ministerio de Cultura se sitúa por debajo del crítico 1% del presupuesto global. Y, cuando eso suceda, no será suficiente acordarse de las palabras de Audrey Azoulay, actual ministra, en el sentido que “la cultura representa la única respuesta a largo plazo a la violencia y a la crisis que atraviesan nuestro país”, porque no creemos que los detractores de los museos se contenten con ello. Unos detractores, hoy en día agazapados sólo a medias, que nos recordarán continuamente el coste, la futilidad y la inseguridad de los museos, sin que propongan, obviamente, nada que pueda revertir estos hipotéticos puntos débiles.

Siguiendo con un ejemplo del mismo país, Catherine Millet constataba en un editorial de la revista Art Press, que ella misma dirige, y que llevaba el provocador título de “Il était une fois, le Centre Pompidou” (Erase una vez el Centro Pompidou), que el papel que esta institución había desempeñado hasta finales de los años 80, un papel muy importante en la historia del arte, un papel internamente y externamente asumido que influyó de forma determinante sobre la propia historia del arte contemporáneo, se había evaporado. Hasta el punto que este mismo Centro Pompidou no ha previsto ningún acto cultural significativo para conmemorar los 40 años de su obertura (1977),…Los fastos se limitarán a ventilar un poco los fondos de la colección, presentándolos en distintas partes de Francia y llegados a este punto, y de acuerdo con la propia Catherine Millet, resulta forzoso constatar que el rol importantísimo que Francia había detentado en materia cultural, gracias a instituciones como los grandes museos, ha desaparecido en la práctica.

Si eso sucede en Francia, que se tiene (o se ha tenido) como faro del arte y de la intelectualidad, parece obligatorio preguntarse ¿qué política debemos preconizar para nuestros museos? ¿Qué significa y qué papel debe jugar un nuevo museo? ¿El ecosistema museístico europeo está sobredimensionado? ¿Debe establecerse un sistema de priorización de los museos destacando los que deberemos conservar a todo trance? ¿Qué papel deben jugar los coleccionistas para poder continuar nutriendo a los museos? ¿Qué actividades de mecenazgo deben ser privilegiadas, con qué condiciones y con qué seguridades y retornos? Muchas preguntas y tal vez hoy por hoy pocas respuestas, pero las respuestas que se vayan dando deben ayudarnos a repensar las diferentes funciones museísticas de nuestras catedrales laicas, que pueden pasar malos ratos en el futuro, ya sea por los posibles recortes debidos a crisis financieras (o presupuestarias) o por unas políticas de rentabilidad económica cortoplacistas.

Etiquetas: crisis, Europa, Francia, Museos

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