
Matisse creó 313 grabados a la punta seca o al aguafuerte, pero resulta difícil determinar por qué utilizó una de estas técnicas más que la otra, puesto que las dos permiten un trazo fluido como el que él buscaba.
Matisse abordó el grabado a principios del siglo XX: empezó con la punta seca e hizo ocho planchas. Esta técnica era utilizada por los grabadores que en ese momento estaban en boga, como Paul-César Helleu o como James Abbott McNeill Whistler, que la utilizaban sin asociarla al aguafuerte como había sido costumbre hasta entonces.
La punta seca es próxima del dibujo, y de hecho la herramienta del grabador se maneja como un lápiz, aunque en este caso el artista debe ejercer una ligera presión para hacer una incisura en la matriz. Las barbas, finas partículas de metal rechazadas hacia los lados del trazo grabado, le dan un aspecto aterciopelado que es muy apreciado. De todos modos, la ligera incisión en el metal impide un tiraje importante de grabados en punta seca.
La factura y los temas de esos primeros grabados de Matisse se parecen a los dibujos a pluma que realizó en la misma época. Son concebidos como si fueran hojas de estudio, en las que la presencia de croquis periféricos aparecen en varias planchas. Matisse realizó grabados de estudios de desnudos femeninos, un tema que era tratado entonces como parte del proceso de formación de cualquier artista. Grababa esas figuras directamente sobre la placa con un trazo rápido y seguro, delimitando los contornos del modelo y sugiriendo el volumen mediante una sucesión de tallas cortas. No desbarbaba su trazo, que adquiría así el aspecto de un trazo dibujado.
Más tarde, si bien no abandonó la punta seca, utilizó con mayor frecuencia el aguafuerte, que permite un trazado más flexible y limpio, pero que supone la presencia de un impresor, que debe preparar la matriz recubriéndola con un barniz duro. El artista dibujará sobre el espesor de ese barniz, con la intención de incidir el cobre en el sitio del dibujo. El impresor sumergirá acto seguido la placa en un baño de ácido que corroerá el cobre. Entonces, la matriz, una vez aclarada en agua y desbarnizada podrá ser entintada, de modo que la tinta se depositará en los huecos ‘mordidos’ por el ácido. La impresión se hará mediante la utilización de una prensa de talla dulce. El gesto del grabador se parece al del dibujante, puesto que el artista no necesita entallar la matriz: el aguafuerte permite una gran libertad de expresión artística.
Tras una interrupción de algunos años, Matisse volvió a la talla dulce en 1914, creando unos setenta aguafuertes y algunas puntas secas con la ayuda de una pequeña prensa que hizo instalar en su taller. Se trata de retratos de miembros de su familia o de amigos que fueron reunidos en un álbum. Las caras inscritas en pequeños rectángulos se hallan reducidas a sus rasgos esenciales, expresadas de una manera muy espontánea, sin ningún dibujo preparatorio.
Matisse volvió a ejercitarse en la talla dulce en 1926, componiendo una veintena de estampas, pero fue sobre todo en 1929 cuando se decantó por el aguafuerte, grabando ese año más de un centenar de planchas enteramente consagradas al tema femenino, que declinó en series. Se trata de grabados de pequeño formato, grabados sobre cobre o zinc y con tiradas de apenas una veintena de ejemplares, y en las que las matrices no fueron aceradas, de acuerdo con la voluntad del artista.
A estas planchas les siguieron 52 aguafuertes creados para ilustrar las ‘Poésies‘ de Mallarmé, en 1932, a petición del editor Albert Skira, en lo que significó su primer libro de artista. Matisse concibió estos grabados mediante un trazo regular, adoptando una escritura plástica muy nítida, sin ornamentos. Para llegar a esta simplicidad, Matisse realizó numerosos dibujos preparatorios. También resulta interesante destacar el excepcional uso que hizo del barniz blando para la realización de las ilustraciones del Ulises de James Joyce en 1935.
Por último, los grabados que Matisse creó después de la guerra están relacionados con su aportación a los libros ilustrados. Las 14 planchas de la ‘Martiniquaise‘ que realizó en 1946, fueron creadas como estudios para el frontispicio de las Fleurs du Mal de Baudelaire, editado en 1947.
Un comentario