
Matisse creó monotipos sólo en un período muy corto de su carrera, concretamente entre 1915 y 1917. En el catálogo razonado de su obra grabada sólo se mencionan unos sesenta. Durante mucho tiempo fueron desconocidos, porque los guardó en el secreto de su taller, de manera que parece que estas planchas se realizaron con un objetivo más bien experimental.
Se atribuye al artista del siglo XVII Giovanni Benedetto Castiglione la paternidad de esta técnica, que cayó enseguida en desuso hasta finales del siglo XIX. En esta época, los artistas hallaron en el monotipo un medio de dar a la estampa un carácter de unicidad y de singularidad y, por tanto, de rareza, distinguiéndole así de las obras obtenidas mediante procedimientos fotomecánicos, que son los que estaban entonces en pleno desarrollo.
En realidad, se buscaba la espontaneidad de este procedimiento por lo que supone que el dibujo y la impresión sean hechos en un corto espacio de tiempo, sin dejar a la tinta el tiempo de secarse. Por ello, el monotipo fue utilizado por los impresionistas, y especialmente por Degas. Ya en el siglo XX, numerosos artistas trabajaron esta técnica con la finalidad de experimentar nuevas posibilidades gráficas. Fue bajo esa óptica por lo que Matisse la utilizó. Sus monotipos los podemos encuadrar entre sus dibujos y sus grabados en razón de la misma naturaleza de este procedimiento.
En efecto, si el monotipo es claramente una estampa, puesto que es el resultado de una impresión, el artista no hace otra cosa que dibujar sobre la placa sin efectuar ninguna incisión. Sobre una placa de cobre uniformemente entintada, dibuja su tema con la ayuda de un instrumento punzante, que tanto puede ser el extremo de su pincel, una pluma o una punta de lápiz, con los que retira la tinta donde realiza el dibujo. La matriz se pasa inmediatamente por la prensa, de modo que la tinta depositada sobre la plancha de cobre se traslada al papel.
El tiraje de estas estampas se efectuaba en el propio taller de Matisse, gracias al trabajo de su hija Marguerite, y mediante el uso de una prensa manual. Parece que Matisse fue seducido por este procedimiento debido a su rapidez de ejecución y a la inversión de relaciones que se establece entre el papel en blanco y la negritud de la tinta.
En realidad, los monotipos son el fruto del instante, puesto que esta técnica no permite repensar o reemprender la acción efectuada. De manera que si el resultado no se corresponde con los deseos del artista, lo único que puede hacerse es destruir la plancha.
De todos modos, y a pesar de lo que acabamos de escribir, podemos observar que en algunas estampas, Matisse procedió a efectuar algunos retoques, como, por ejemplo, en la plancha Nu assis au bracelet II, en la que corrigió mediante un trazo de tinta china la línea que contorneaba a la modelo a la altura de la cadera. Por otra parte, también es interesante señalar que Matisse no utilizó el color en sus monotipos, a diferencia de Degas. En su caso, el color, el volumen, la luz, nos son sugeridos por el trazo blanco que destaca sobre una superficie entintada en negro.
Entre los temas que Matisse escogió para realizar sus monotipos tenemos retratos de sus personas allegadas, naturalezas muertas, desnudos y figuras en interiores y, como nota anecdótica, una vista de la catedral de Notre-Dame de París.
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