Una buena parte de las instituciones culturales han creado a lo largo de estos últimos años unos servicios de Mecenazgo encargados de recolectar fondos para las entidades. Este ha sido el caso, por ejemplo en Francia, del Museo del Louvre, de la Opera de París o de la Comédie Française, unos casos no exentos de éxito, por cierto. De manera, que las sumas obtenidas por estos equipos han venido a completar los fondos públicos que, además, son cada vez más insuficientes. Pero, a pesar de ello, el dinero privado en lo público aun genera, en algunos casos, desdén, sospechas y comentarios poco afortunados.
Y, sin embargo, mi posicionamiento es que debe permitirse, y debe fomentarse, que el mecenazgo se desarrolle si queremos que nuestros museos, y nuestros centros artísticos en general, continuen adquiriendo obras de calidad así como exposiciones de interés. Y, además, considero que las interacciones entre los diferentes agentes (galeristas, coleccionistas,etc.) son tremendamente positivas y no deberían chocar a nadie, o por lo menos a nadie que no quiera ser chocado de entrada.
Creo, pues, que es urgente repensar el mecanazgo, su status, y que la vieja oposición cultura pública-cultura privada no tiene razón de ser.
¿Cómo podríamos avanzar? A mi entender, por un lado debemos insistir en la relación entre mecenazgo y economía en red y, por otra parte, liberalizando su marco jurídico. Vayamos por partes.
En la nueva economía en red, las transacciones de mercancías ceden la plaza a las alianzas estratégicas y a los acuerdos de alianza. Para diversificar, multiplicar y popularizar el mecenazgo debe desarrollarse la financiación colectiva. Un mecenazgo que se ha desarrollado básicamente en ámbitos musicales, permitiendo a algunos grupos o solistas grabar sus discos y asegurando su difusión. El principio no puede ser más simple: un cantante propone en una plataforma o en una red social una canción o un disco cuyo coste de producción se fija en una cierta cantidad. Las personas interesadas envín una cierta cantidad que ellos escogen. Si se consigue la suma global, se produce el disco y cada donante, convertido en co-productor, percibe un retorno en función de su inversión.
Existen otras plataformas que se basan no en el principio de co-producción sino en la percepción de un regalo: por ejemplo, supongamos que un artista quiere realizar una escultura y determina que el presupuesto para ello es ‘x’. Si se consigue esta suma, pongamos que invitará a los donantes a cenar. Y si no se consigue la suma, pues no se hacen las donaciones. La contrapartida puede ser de cualquier naturaleza, e incluso puede ser inexistente (alguien se contenta con la satisfacción de haber ayudado a un artista).
Estos ejemplos demuestran que varias personas reunidas en red y con un objetivo representan una eficacia real y sin límite. El Louvre de hecho hizo una operación de este tipo para que el público pudiera participar en la financiación de la adquisición de ‘Las Tres Gracias’ de Lucas Cranach. Una operación culminada con éxito.
Las instituciones culturales continuarán necesitando la colaboración de empresas mecenas, pero también necesitarán la complicidad de muchos ‘amateurs’. El arte moderno y contemporáneo, por su parte, se prestan particularmente bien a este tipo de operaciones de financiación colectiva, y además ello permitirá a los artistas, galeristas y/o productores encontrar nuevos públicos y contribuirá a democratizar un tipo de arte al que a menudo se le reprocha su supuesto elitismo.
Pero para que este sistema funcione, hace falta liberalizar el marco jurídico del mecenazgo permitiendo a los equipos de mecenazgo de nuestras entidades culturales desplegar toda su creatividad. Para atraer a muchos más donantes, es necesario que estos equipos desarrollen nuevas ideas imaginativas. Estas nuevas prestaciones y contrapartidas deberán diferenciarse en función de la edad de los participantes, y para ello la participación en las redes sociales puede ser de gran ayuda de cara a la segmentación.
Para poder imaginar libremente estas nuevas contrapartidas que pueden y deben atraer a miles de nuevos donantes, será preciso liberar el espíritu. Habrá que ofrecer contrapartidas originales, que pueden ir desde la participación en actividades nocturnas para los más jóvenes, hasta la participación en subastas de obras que duermen el sueño de los justos en los almacenes de los museos. Deberemos avanzar en red, con nuevas propuestas y por amor al arte. !Y que todos lo veamos!
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