Una exposición es un elemento con identidad propia y voluntad de construcción de sentido; un ítem que se mueve entre la autoría, la mediación, el servicio y la continuidad de las formas; un formato que se nutre de otros elementos para su existencia; un sistema que ha logrado establecerse como la base para la presentación física del arte.
La exposición puede parecer que sean las obras de arte que se exponen en ella. No es así. Las obras no son la exposición, lo que convierte un espacio/tiempo en una exposición son una serie de elementos que permiten que las obras estén precisamente allí. Sin estos elementos, sin una definición, tendríamos las obras pero no la exposición. Podemos encontrar muchos lugares con obras de arte pero que no son una exposición: Un parque con esculturas, un escaparate, un despacho, una pared encima de un sofá. Las obras no tienen problema para existir fuera de la exposición.
La exposición es la voluntad de tejer un estado de ánimo, es el deseo de marcar un tono que permita un tipo de aproximación específica y un salto a las ideas. Y las obras en la exposición están cuidadas, los diálogos entre ellas y los usuarios deberían estar -de algún modo- previstos, igual como los tiempos, las posibilidades, las vías de escape y los momentos de desajuste.
A mi entender deberíamos adentrarnos en el concepto de gramática flexible, tanto para las obras como para la exposición. El arte de nuestro tiempo necesita de la complejidad, necesita de una capacidad más amplia que la de ser una respuesta en un sistema binario simplificado. El valor en el arte y en la exposición se encuentra en la multiplicidad, en la capacidad para ser una vía, una manera, de hacer mundos.
Una gramática flexible, un hablar que implica que tanto emisor como receptor son conscientes de que todo puede ser distinto, de que uno no está preparado nunca. Y la exposición, si partimos de esta idea de gramática flexible, sería una estructura lingüística no rígida, en la que los elementos variarían tanto en su interior como en las posibilidades múltiples de aproximación. Si las obras son gramática flexible y las exposiciones también, tenemos dos capas de significado inestable, con lo que es lógico que a algunos les suene difícil.
Me sigue sorprendiendo que se diga que se hace “una” exposición, cuando a lo mejor se querrían hacer muchas e intentar todas las variables. De hecho, con el mismo material existen todas las posibilidades. Pero se va dando vueltas, se va trabajando, se van afinando todos los detalles, pensando qué es el qué y el cómo y que se desea un cuándo.
Entiendo el arte contemporáneo como uno de esos últimos resquicios en los que aún no existe una decisión absoluta sobre qué significa cada cosa y cómo se dice todo. Porque el arte como sistema no es una industria, es frágil, es mutante, es inestable y no hay un plan establecido e inmutable. Y me parece bien que sea así. Porque también es cierto que, al fin y como casi siempre, la realidad es bastante más compleja que un conjunto de simplificaciones.
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