Richter: reivindicación de la pintura

«No obedezco a ninguna intención, ni a ningún sistema,ni a ninguna tendencia; no tengo, programa, ni estilo, ni pretensión. Me gusta la incertidumbre, el infinito y la inseguridad permanente» escribió Gerhard Richter. La exposición que puede visitarse ahora en el Centro Pompidou de Paris, es una retrospectiva que quiere festejar el 80 cumpleaños de este artista alemán que es hoy en día reconocido como una de las grandes figuras del arte contemporáneo.

Richter, que ha permanecido como un clásico en su práctica pictórica, exploró ya nuevas relaciones entre la pintura y la fotografía a principios de los años 60, y puso en marcha un nuevo tipo de abstracción a principios de los años 70, reinterpretando siempre de forma erudita e inédita los diferentes géneros de la historia del arte (ya sea el retrato, la pintura histórica o el paisaje).

Cada década, Richter nos impresiona no sólo por su facultad de reinventar, sino también por su capacidad para transformar la historia de la pintura, en cada uno de los recodos que va adoptando su trabajo.

Esta exposición, «Panorama», en el Centro Pompidou se organiza de forma cronológica y temática a la vez, consiguiendo poner en evidencia la tensión entre obras figurativas y abstractas.

Richter aparece en la escena europea a principios de los años 60 con obras que se inspiran directamente de fotografías que él denomina ‘fotos-pinturas’. Sus cuadros, pintados a partir de sus propias fotografías o de imágenes escogidas en la prensa, están impregnadas de una estricta neutralidad expresiva. El efecto final nos sitúa frente a una especie de sfumato, de vacuidad.

«Me considero el heredero de una inmensa, fantástica y fecunda cultura de la pintura que hemos perdido, pero de la que todos nosotros somos deudores». En oposición a las declaraciones de Marcel Duchamp respecto del fin de la pintura como medio artístico, Richter festeja su actualidad. Mediante sus grandes telas representando paisajes, montañas, nubes y marinas, se posiciona en tanto que rico heredero de la tradición romántica alemana. Héte aquí Richter reinvidicando la pintura; y yo estoy absolutamente de acuerdo con él.

A finales de los años 60 y a principios de los 70, el lenguaje pictórico de Richter evolucionará hacia la abstracción. Pero el campo de sus experiencias permanecerá siempre abierto.

En la continuidad de las experimentaciones no figurativas de los años 70, las obras de los años 80 presentan composiciones más líricas: los matices estallan, el gesto es poderoso; telas rasgadas, trazos de pintura y masas de colores se enfrentan y dan vida a contrastes sorprendentes en unas telas de tamaño monumental, a menudo. El espacio pictural no lo construye para que sea armonioso, sino complejo.

La sala central de la exposición presenta monocromos grises y obras realizadas a partir de paneles de vidrio, recordando de esta manera la primera exposición de Richter en el Centro Pompidou (en 1977, cuando se abrió el Centro).

La mayoría de las pinturas abstractas monumentales que Richter realizó en los años 80 eran verdaderos o falsos dípticos. Del mismo modo, muchas de sus obras figurativas se organizan mediante desdoblamientos o por parejas, como un espejo. Asimismo, y además de las reproducciones de sus propias obras, exactas o ligeramente modificadas, Richter viene practicando desde siempre la reproducción de obras maestras pero siempre desde el respeto. Entre los géneros de la pintura clásica revisitados por Richter, el paisaje ocupa una plaza cada vez más importante en su trabajo.

Puede visitarse también en esta exposición una galería de retratos compuesta exclusivamente por representaciones de personas próximas al artista y, hecho raro, de un autoretrato.

En sus obras más recientes, Richter se interroga sobre cómo la credibilidad de la pintura puede ser preservada en relación a los recientes desarrollos de la imagen numérica. Pero, de toda manera, Richter continua ligado a la pintura. Como él mismo dice «mucha gente opina que otras técnicas son más seductoras; poned una pantalla en un museo, y nadie mirará los cuadros. Pero mi profesión es la pintura. Es lo que más me ha interesado desde el principio, desde siempre. Ciertamente tengo ya una cierta edad y vengo de una tradición diferente. Y, de todos modos, no sé hacer otra cosa. Pero estoy convencido que la pintura forma parte de las aptitudes humanas más fundamentales, como la danza o el canto, de las que tienen un sentido, de las que se enracinan en nosotros mismos, como cualquier cosa humana».

Este es, presentado de forma explícita, el camino de Richter, su itinerario de excelencia. Un camino y un itinerario que admiro. Como comparto completamente sus comentarios sobre la importancia de la pintura, antes y ahora.

Si venís a París, no os perdáis esta exposición. Y si no habéis previsto venir, repensaoslo. Pasarse por aquí vale la pena.

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