Gelonch-Viladegut, A.: «Coleccionar, el hedonismo equilibrado»

"El archiduque Leopoldo Guillermo en su galería de pinturas en Bruselas" David Teniers

Texto de Antoni Gelonch Viladegut para el catálogo de la exposición «Una mirada al 1700-a partir de los grabados de la Colección Gelonch Viladegut en el Museo Frederic Marés de Barcelona.

Auguste Rodin afirmaba, y lo comparto, que el arte es la misión más sublime del ser humano, ya que es el ejercicio del pensamiento que busca comprender el mundo y hacerlo comprender. El arte, pues, debe inspirar un encuentro, un resurgimiento y debe también incitarnos a descubrir y a admitir nuevas manifestaciones; porque es un instrumento al servicio del choque estético, del choque ético y, también, del choque espiritual. Por eso me apasiona, por eso construyo una colección.

Y una colección, ¿cómo se hace? En mi caso, puedo decir que nació de forma no intencionada y que se ha ido construyendo de forma consciente. Debe irse cocinando lentamente, aprendiendo, equivocándose, acertando, creciendo, madurando…Empecé lentamente para acabar adoptando una velocidad de crucero que se asienta sobre unas bases suficientemente sólidas de obras indiscutibles.

Para mí, hacer una colección representa una construcción intelectual y estética que se basa en producirme y en intentar producir a las personas que puedan conocerla momentos de íntima satisfacción, de estímulo y de alegría y gozo. La colección Gelonch Viladegut se ha ido construyendo en función de la interpelación que una obra me inspira o me provoca; no es tanto la firma como el choque estético que sea capaz de producirme lo que me hace decidir. Sin este choque, sin sentirme interpelado, adquirir una obra no tiene, a mi parecer, demasiado interés. Me gusta, pues, sentirme cuestionado por una creación estética e intelectualmente provocativa.

Y, ¿por qué hago una colección de grabados? Pues porque los granados han representado históricamente, y siguen representando, una vía privilegiada de acceso al arte para la mayoría de la población. Durante siglos el acceso al arte y a la realidad del momento se ha hecho mediante los grabados, por los que pasaba toda la información y todo progreso estético, porque las pinturas y las esculturas estaban reservadas al disfrute de las élites.

Dado que las técnicas de grabado son, por definición, medios de reproducción múltiples, los grabados han sido y siguen siendo los referentes para poder acceder al conocimiento y disfrute de las obras de los grandes maestros y de los artistas contemporáneos. Y han sido y son asimismo una vía para los artistas de darse a conocer y de ganarse la vida.

Porque considero que el grabado es la más democrática de las bellas artes. Es la que tradicionalmente ha podido llegar a más gente, la que ha permitido la difusión del arte y de la historia. Nadie, más allá de los grandes coleccionistas en el pasado y de los grandes museos en la actualidad, puede adquirir o disponer de un óleo de Rembrandt, pero un mayor número de personas puede acceder a tener un grabado suyo, aunque soy plenamente consciente de que no es tampoco algo sencillo ni que está al alcance de cualquiera. Por todo ello es por lo que construyo una colección de grabados: porque se adapta a mis posibilidades de acceso al arte; porque es la colección que, lentamente, puedo hacer.

La obra de arte llega al coleccionista tras recorrer la cadena de valor del mundo y del mercado del arte. Una cadena de valor en la que encontramos artistas, galeristas, curadores, críticos, otros coleccionistas, instituciones,…Una cadena que no debe romperse y en la que cada eslabón debe añadir valor. ¿Cómo puede el coleccionista añadir valor? ¿Porqué alguien acaba convirtiéndose en coleccionista? ¿Cuáles serían los rasgos identificadores? Según mi opinión, éstos se podrían agrupar en cuatro grandes bloques o ideas-fuerza:

1) Acumular no es coleccionar
Una de las características de un coleccionista es que, normalmente, es una persona ordenada y cuidadosa. La simple acumulación segmentada y desordenada, sin sentido de la calidad, no es un proyecto. Ya en Le système des objets (1968), el sociólogo francés Jean Baudrillard distinguía entre un nivel inferior , el de quien acumula materias y materiales; un segundo nivel, el de quien guarda objetos en serie, y un tercer nivel, el de quien propiamente colecciona. El hecho de coleccionar, según Baudrillard, es algo que ya emerge hacia la cultura.

2) Los coleccionistas son personas ordenadas y pueden llegar a ser obsesivas
Normalmente, los coleccionistas son personas ordenadas (en el sentido que tienen método) y cuidadosas (se interesan por las obras y procuran su buena conservación), pero también pueden presentar un cierto punto de obsesión. En algunos casos, éste puede exacerbarse, sin llegar no obstante al grado de patología, ya que es bien cierto que se acaba estableciendo una vinculación psicológica entre el coleccionista y los objetos coleccionados, que son amados y mimados.

3) Coleccionar es para toda la vida y para todos
La mayoría de los coleccionistas empiezan a reunir piezas cuando son niños o preadolescentes, que son unas etapas proclives para iniciarse. Tal y como afirmaba el naturalista inglés David Attenborough, en la infancia todos somos coleccionistas por naturaleza: coleccionar e identificar son instintos básicos, impulsos enraizados en nosotros mismos, de forma que nos acompañarán, si no existen causas que lo impidan, durante toda la vida. Porque, de hecho, una colección siempre está viva, nunca está completa, siempre existe algo que te llama la atención o que puede ayudarte a completar lo que ya tienes. Un coleccionista es, en este sentido, un ser vivo y apasionado. Por otra parte, todo el mundo puede serlo, y aunque es cierto que la distancia, el tiempo, los recursos económicos, el espacio, la salud, etcétera, pueden ser y de hecho son factores condicionantes, no deja de ser menos cierto que uno puede decantarse por recoger objetos más ligeros, que no ocupen demasiado espacio o que no cuesten demasiado dinero.

4) Compartir y disfrutar son objetivos del coleccionismo
Conozco muchos coleccionistas, entre los que me incluyo, que se sienten más satisfechos de mostrar que de encontrar o, como mínimo, se sienten igual de bien con ambas cosas. Esta voluntad de socialización es muy fuerte, pero acostumbra a producir notables frustraciones puesto que todavía son escasos los espacios que se abren a los coleccionistas privados, de modo que algunos acaban optando por abrir uno de propio. La conexión entre los establecimientos públicos y las colecciones privadas continua siendo una asignatura pendiente. Por ello me parece imprescindible que los coleccionistas compartan sus tesoros mediante una presencia activa en Internet y en las redes sociales. Y si compartir y disfrutar me parecen bien es porque considero que el coleccionismo es beneficioso en muchos aspectos: te da la satisfacción de fijar y de conseguir objetivos; te permite contemplar en privado algo que para ti es precioso y valioso; te facilita la posibilidad de cuidar y de valorar unas pinceladas de belleza; te ayuda a saber gestionar determinadas frustraciones, a ejercer la paciencia, a aumentar la autoestima, siempre y cuando se sea consciente de que no puede conseguirse todo y de que, normalmente, no puede conseguirse nada de forma instantánea.

Resumiendo, pues, diría que un coleccionista es un ser vivo y apasionado, ordenado y cuidadoso, con un ápice de obsesión, que es constante, y a quien le gusta compartir y disfrutar. Debería ser una especie de hedonista equilibrado, si es que esta simbiosis puede darse…

Una colección es, pues, a mi entender, un punto de encuentro entre una persona y una pasión en un momento dado, y los puntos de encuentro sirven como lugares de anclaje y de superación de angustias y preocupaciones. Ciertamente, es el fruto de una pasión articulada y convertida en obra sistemática y en expresión de las elecciones de cada uno en un ámbito determinado. De todos modos, entendida como punto de encuentro, tiene más sentido cuando puede ser presentada para el disfrute compartido, para la extensión de la cultura.

Para una colección y para un coleccionista es mejor, pues, estar bien acompañado. Bien acompañado por la obra y por el pensamiento de los artistas, por el intercambio directo con los artistas del presente y en reflexión con los del pasado; en intercambio mutuamente benéfico con galeristas, curadores y conservadores; en intercambio, más o menos vivo y compartido, con los historiadores y críticos de arte; en intercambio fecundo, de ideas y de obras, con otros coleccionistas y enamorados del arte. De todos estos intercambios surge vida consciente y sostenible.

Por lo que respecta a las ideas-fuerza que ge querido destacar, querría que la colección Gelonch Viladegut y yo mismo estuviésemos bien empapados. Y me gustaría que mi análisis y mis ilusiones fuesen compartidas, de modo que pudieran presentarse en público más colecciones y que los coleccionistas estuviesen más presentes en los debates intelectuales que urgentemente precisamos.

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