Vicenç Furió: «Mirar de cerca»

«No es fácil mirar las estampas antiguas. En general, son de dimensiones pequeñas y en blanco y negro. Es preciso acercarse mucho para verlas bien y, para que nos revelen todo lo que tienen dentro, debemos dedicar tiempo y mucha atención a cada una de ellas. Con un simple vistazo, no es suficiente para reconocer el tema que representan, admirar los trazos e incluso el cuidado con que están plasmados los detalles más minúsculos. Las estampas son exigentes con el espectador y no se abren fácilmente; pero, cuando lo hacen, pueden proporcionarle tanto o más placer estético e intelectual que cualquier obra de las consideradas artes mayores, como las pinturas, que juegan con la ventaja del tamaño y del color.»

Elena Santiago Páez
“Mirar Rembrandt”, en Rembrandt. La luz de la sombra
Fundación Caixa Catalunya, Barcelona 2005
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Este magnífico texto que Elena Santiago escribió para el catálogo de una exposición de grabados de Rembrandt, señala con precisión dos de los elementos esenciales del grabado antiguo: que en general son obras de dimensiones pequeñas y que son exigentes con el espectador. Hay algunas excepciones en relación con el tamaño. Algunos grabados son grandes, como por ejemplo las Cárceles de Piranesi, que nos impresionan por su fuerza e inventiva. O bien los grabados de los Tiepolo que reproducen techos pintados, y en los que los personajes flotan en un espacio vibrante de nubes y de luz, en bellas y decorativas composiciones.

Pero la mayoría de estampas antiguas son pequeñas y tenemos que mirarlas de cerca. Buena parte de las obras de dos de los mejores grabadores de todos los tiempos, Durero y Rembrandt, son trozos de papel de pocos centímetros. Pese a ello, en ese minúsculo espacio, Rembrandt creó imágenes de una intensidad y de una humanidad conmovedoras, y sus trazos de aguafuerte y atrevidos claroscuros han sido admirados durante siglos. Estas calidades que se aprecian en los detalles, deben mirarse con atención, y para ello puede sernos muy útil una lupa. La lente de aumento también nos permitirá admirar la extraordinaria habilidad técnica de algunos buriles y xilografías de Durero, un artista que marcó un antes y un después en la historia del grabado. Hay quien piensa que Durero y Rembrandt fueron más grandes artistas como grabadores que como pintores. Lo mismo se ha dicho de Goya. Sin palabras nos dejan sus dramáticos “Desastres de la Guerra”, y los “Disparates” –probablemente el nivel más alto del genio del artista- son de una modernidad que aún hoy sorprende. Son también magníficos los grabados de Fortuny, de una técnica y fuerza expresiva que nos permite compararle con los grandes nombres que hemos comentado. Rembrandt se inspiró en composiciones de Durero, Goya se inspiró en Rembrandt, y en los grabados de Fortuny hay aspectos de Rembrandt, Tiépolo y Goya. Los grandes artistas se miran entre ellos, y nosotros tenemos que saber mirar bien sus obras. Como dice Elena Santiago, los grabados son exigentes con el espectador y no se abren fácilmente; pero, cuando lo hacen, nos atrapan para siempre.

Vicenç Furió

Professor de Historia del Arte
de la Universidad de Barcelona